San Andrés de Sotavento (Córdoba).

Miércoles 27 de agosto de 2014

No había carro para ir de Tuchín a San Andrés de Sotavento, en el departamento de Córdoba, así que por $2.000 contraté una moto taxi que, en solo 10 minutos, me llevó al municipio de tan bonito nombre.

Son pocos los viajes por carretera que hago en moto, pues me da miedo de un accidente, pero mi conductor manejó muy prudente, así que yo anduve tranquilo y disfrutando del paisaje verde de los alrededores.

San Andrés es no solo más grande que Tuchín, sino mejor planeado y más agradable. El casco urbano es mayor, y quedan algunas casas de construcción tradicional: con techo de paja o latón ondulado. Y árboles sombríos.

Y lo más particular es que, debido a las construcciones indígenas Zenúes, que se adecuaban a los canales de riego, el plano de San Andrés no tiene forma de cuadrícula, sino que las calles describen curvas convergentes, como algunas ciudades europeas.

La iglesia se ve decente, aunque un tanto descuidada la pintura. Tiene una sola torre y está ubicada sobre un alto, lo que hace que se destaque muy bien en el contorno.

No hay plaza central, solo un parquecito frente al templo, con la escultura de una babilla metálica, como adorno.

Hoy no ha salido el sol, pero sí se siente calor.

En la Panadería FreskyPan, disfruto de una Pepsi con rollo, relleno de frutas cristalizadas y uvas pasas, muy rico.

Por ahí cerca se ve una gran plaza, con la estatua de Bolívar a un lado y una cancha múltiple: fútbol y baloncesto, pero no hay nadie jugando ahora.

San Andrés es un pueblo eminentemente campesino. De sus 63 mil habitantes, 54 mil viven y trabajan en fincas ganaderas o cultivando maíz, yuca o plátano.

Pero en aquí también hay muchas familias que viven del trabajo con caña flecha, elaborando sombreros, bolsos y manillas.

Frente al Banco Agrario, una fila de señoras con niños de brazos, hacen cola para reclamar la ayuda del Plan Colombia, lo que en tiempos de Álvaro Uribe se llamaba Familias en Acción.

Esa ayuda algo tiene de proteccionismo que poco ayuda al desarrollo. También hay que enseñarle a los adultos a tener únicamente los hijos que se pueden levantar y educar bien.

Son las 11 de la mañana, camino algunas calles, para conocer el Palacio Municipal de dos plantas, decente y moderno, y con potente camioneta

Toyota al lado, para servicio del alcalde de turno.

Rafael Romero Basilio administrará el municipio hasta el 2019.

El transporte hacia Tuchín no es frecuente, en cambio hacia Chinú, otro municipio cordobés, sí salen carros con regularidad.

Me sugieren regresar en moto hasta Tuchín, pero con este sol tan fuerte, no quiero exponer mi piel.

Una moto me sacó hasta la carretera troncal, por mil pesos. De paso visité el cementerio y pasé frente a la Casa de la Cultura y Biblioteca Juan

Casado, inmensa y destacada.

Esas edificaciones públicas tan grandes, a veces son capricho de algún alcalde que quiere inmortalizar su nombre, con una obra de cemento y adobe.

Estuve de buenas, ya en la carretera principal, pude tomar un automóvil Mazda viejo que, en siete minutos, me dejaron en Tuchín.

Ya había bajado el sol y la brisa soplaba con fuerza.