Auto-Stop en Calamar.

Miércoles 29 de octubre de 2015

Procedente de Cartagena, a las 9:45 llegué a Carreto, el sitio donde se bifurca la carretera: para Sincelejo o Barranquilla. Apenas si tuve tiempo para fotografiar las esculturas que un lugareño talló para engalanar esas partidas.

Al momento apareció Eder, un hombre como de 37 años que conduce un camión International modelo 1.969, la llamada ‘Pastrana’, que tiene una particularidad: no trajo el chasis contramarcado.

Le pedí que me llevara hasta Calamar y de muy buena gana Eder aceptó mi solicitud. Y es que el hombre necesitaba alguien con quien hablar. Viene desde Arboletes y lleva muchas horas transportando un viaje de banano para Barranquilla. Con mucha frecuencia hace esa ruta.

Así que durante la primera hora Eder no paró de hablar. Yo lo había invitado a agua-bolsa y huevo cocido, de los que venden con cáscara y a $500, en las partidas para Calamar o Sincelejo.

Apenas habíamos recorrido unos kilómetros, atravesamos el Canal del Dique por el puente elevado.

Mi amigo tiene un buen jefe, que le paga el mínimo, más el 10% de los fletes para los gastos. Pero el patrón responde por todas las prestaciones y le tiene mucha confianza al subordinado.

Este camión a pesar de ser tan viejo, está re-potenciado. Casi que solo tiene original las latas. De resto la caja es de ‘CareZapato’, como identifican a la Chevrolet Brigadier. El house es de 9 ½ y el motor, más grande que el original.

A mi amigo se le ocurrió una comparación muy graciosa:

‘Eso es como las mujeres que, cuando entran en años se ponen siliconas y se levantan las nalgas. Así le pasó a este carro…’.

Y claro, explica Éder en un auto-elogio:

‘Para carro viejo, chofer nuevo, es así, ¿o no?’.

Pero estos carros, claro, no son injection, sus partes son muy fuertes pero pesadas, en cambio los camiones nuevos, tienen menor peso en motor y carrocería, por lo que pueden cargar más toneladas.

El valor de esta jaula es de 42 millones, lo mismo que pagaría el gobierno por chatarrizarla. Una buena cuota. Pero como hay trabajito y el carro todavía se maneja muy bien, el dueño no ha pensado en salir de él.

Respecto a la fruta que transporta, me explica el chofer: como en Urabá ha estado lloviendo, ha habido buena carga. Porque el banano necesita lluvia, sol, lluvia, sol.  Si solo llueve, se daña y si hace mucho verano, no pelecha. En cambio ahora ha habido carguita. Por eso la pintura de la cabina se ha postergado para una época más difícil.

Lo que más me ha gustado de este carro es la carrocería que, tiene un diseño tan bonito como los carros de los 60; y el paral de las puertas, es hermoso; fuera de que la cabrilla original es de las de gran diámetro, con el logo HI muy bello en el centro.

Ah, y otra cosa: la corneta de pedal que Eder hace sonar cada que se encuentra con un amigo de otro carro viejo, suena lo más de bueno. ¡Cuánta emoción me generan estas aventuras!

Ya estábamos cerca de Candelaria cuando Eder me explicó cómo, ya no se usan las llantas con neumáticos, sino solo sello-máticas, pues los parches de las ‘mangueras’ se levantan muy fácil con el calor. Y por este asfalto caliente la temperatura de las llantas sube al máximo.

El hombre sigue hasta Barranquilla con su carga de banano de Urabá. Antes de irse esperó unos segundos hasta cuando disparé mi cámara hacia la carrocería del camión y con el índice arriba, le agradecí a este joven el favor de traerme hasta la entrada a Candelaria.

Le deseo mucha suerte a Eder.