Guacarí (Valle del Cauca).
Viernes 9 de octubre de 2015
Guacarí es el último pueblo del periplo que me he propuesto por pueblos del Valle del Cauca, así que lo disfrutaré con calma.
Primero hablemos de la Casa Cural. Ocupa un gran predio al lado de la iglesia de San Juan Bautista. Tiene un solar amplio con mucho verde.
Pero lo interesante es la edificación de dos plantas, con más de 300 años y tres bellos arcos al frente.
Está muy bien conservada y me enteré que dentro hay un pequeño museo que conserva la cama donde durmió dos noches el Libertador Simón Bolívar: cuando iba hacia el sur en 1.822, y al regreso de la Campaña Emancipadora del Ecuador y Perú, en 1.829.
Ocupémonos de la iglesia, que tiene un frente con dos torres, pintado de tonos grises. Se ve mejor el exterior que el interior, aunque el retablo central es hermoso.
Y lo que más me conmovió fue el rosetón del techo en el altar auxiliar de la derecha. Qué primor de angelitos los que decoran ese acabado.
La imagen de la Virgen del Rosario que se venera en esa capilla también es muy bella, sobre todo por el tono especial que le da el baldaquino en metal bajo el cual está la imagen de María. Que diseño tan agradable y valioso.
San Roque, muy venerado por este pueblo, se observa en lo alto del coro, un vitral de bellos colores. Pero la imagen del patrono: San Juan Bautista, ocupa mejor puesto en la nave izquierda de la iglesia.
Pasemos a la Alcaldía, ubicada en el costado nor-oriental de la plaza. Ocupa una construcción colonial de dos plantas con patio central y una fuente viva en piedra en el centro. Cuando entré a fotografiarla, ya habían salido los empleados.
Otra hermosa mansión es la que ocupa la Escuela Miguel de Cervantes Saavedra, a un lado de la iglesia. Es una edificación amplia con arcos bellos y de colores bien combinados.
Menos mal hoy ya han abierto el acceso al parque que están acabando de remodelar. Hice una pequeña encuesta con los señores que vi en el sector y como que las opiniones están divididas.
‘A usted ¿cómo le parece que quedó el parque?’ – le pregunté al primero.
‘Pues demoroso, pero bien’ – me respondió en su léxico.
El segundo en cambio sí se excedió en argumentos en contra del alcalde actual:
‘Imagínese usted que en esto se gastaron 190 mil millones de pesos. ¡Eso no era para costar tanto!’
Y lo peor, me parece a mí, fue que solo colocaron unos cuantos asientos con espaldar, de resto los pensionados tienen que sentarse en los quicios de las eras que no tienen apoyo sino para poner las sentaderas.
Lo bueno sí fue que le quitaron área a la calle para agrandar el parque, que antes era más pequeño. En el costado oriental colocaron seis casetas para las ventas estacionarias.
También me gustó ver dos paisanos de muchos años conversando recostados en sus bicicletas. En estos pueblos vallunos tan planos, la cicla se usa bastante.
En la era donde estaba la bella ceiba que decora la moneda de $500, crece ahora un samán joven, rodeado de otros seis ejemplares con más años y cuatro palmeras reales.
Lo que falta por restaurar en Guacarí, es la Estación del Ferrocarril, que la conocí cuando entrábamos al casco urbano, desde la Vía Panamericana. La Casa de la Cultura, a dos cuadras de la plaza, es una construcción moderna.
Para viajar a Buga, y de ahí a Medellín esta noche, abordé la buseta en la Galería de Guacarí, a tres cuadras de la plaza principal. El pasaje cuesta solamente dos mil pesos, para 20 minutos de recorrido. Saliendo del casco urbano se pasa por un lado del Cementerio, con muros exteriores muy sólidos.
El viaje de veinte minutos, ya de noche fue ¡tan placentero! No sé, la oscuridad, el olor a caña a veces y otras veces a agua reposada por la falta de lluvias, la buseta Nissan tan cómoda, los carros que bajan por la otra calzada, las estrellas que lucen en el firmamento, todo me pareció de ensueño.
Llegué al terminal bugueño a reclamar el morral y sentarme a escribir parte del diario de hoy.
Fue un día tan intenso en vivencias y emociones… ¡Viajar es mi vida!