Motavita (Boyacá).
La escultura en piedra amarilla de una pareja de indígenas me despidió de Tunja y otra figura similar pero de menor calidad artística, me recibió en Santa Cruz de Motavita.
En un parqueadero cerca a la glorieta, a la salida de Tunja para Bucaramanga, se toma el transporte para Motavita. Solo 15 minutos dura el recorrido.
Subiendo la loma se aprecia muy bien el nor-oriente de la ‘ciudad universitaria’, una metrópoli que ha crecido bastante, gracias a los centros de educación superior que se asientan en la capital boyacense.
En la plaza de Motavita cabría una cancha de fútbol. Los edificios de la alcaldía, de tres pisos y el colegio, también tienen metros de sobra. El pueblo es tan generoso en espacio como en amabilidad para el visitante. En cuanto a infraestructura, a Motavita nada le falta.
Aquí existe una Cooperativa de Hilanderas que a partir de la lana elaboran ruanas, mantas y demás prendas para rodear el frío que obliga a los habitantes a resguardarse temprano en sus casas.
En cambio ahora cuando el sol ha llegado al cenit y ninguna nube atenúa sus rayos, la temperatura es tan agradable como la hospitalidad de los motavitenses.
Nuevos amigos
Lo mejor vino apenas fui a fotografiar la iglesia. De una barra de amigos que tomaban cerveza en la puerta del bar, escuché que me llamaba el jefe de la gallada. Quería que me tomara una cerveza con ellos y además les interesaba saber quién era yo y qué hacía en el pueblo.
Se llama Marceliano Pulido el hombre que ameniza el grupo de amigos, y parece que sí es un líder en el pueblo.
En fin que no acepté la cerveza, pero sí el estar con ellos un rato y tomar una foto en su compañía. Qué bueno que me hayan invitado, me hicieron sentir muy bien, de verdad.
Cambio en el turismo
Mis amigos me enteran del cambio que sufrió Motavita a raíz de la ida del Padre Puerta. Se trata de un sacerdote que oficiaba misas de sanación acá y el primer sábado de cada mes Motavita se llenaba de peregrinos que venían como abejas al panal de los prodigios.
Pero por alguna razón, el Padre Álvaro Puerta decidió irse para Soracá en donde ejerce en la actualidad. Así Moravita se quedó sin los ingresos que recibía por concepto del turismo religioso.
Ahora los caminos reales y las haciendas coloniales son el principal atractivo turístico para los viajeros moravitenses.
La Hortencia, El Oratorio, Florencia y El Molino, son fincas de muchos años en las vías hacia Tunja y Villa de Leyva, que se pueden visitar en caminadas guiadas por expertos. En las afueras de Motavita también hay algunos petroglifos.
Reliquia histórica
Apenas terminó la misa de once, estuve admirando los altares en laminilla dorada que tiene la iglesia de Motavita. Es una capilla colonial con retablos, imágenes y cuadros de mucho valor. La baldosa antigua del piso también muestra figuras inéditas.
El plato típico de Motavita es el chivo al horno. No encontré dónde comerlo. A cambio me ofrecieron sancocho de gallina vieja, que en mi caso no es ninguna delicia. Su carne es seca, pastosa y dura, no hay como el pollo industrial asado y tierno.
Helí Quintero Suárez fue el burgomaestre de Motavita hasta el 2019. Mery Mozo Fonseca, la alcaldesa actual.
En este municipio habitan en total 6.700 motavitenses, 700 en el pueblo y 6.000 en los campos.
Sábado 4 de junio de 2016
Me gusto mucho su información, muchas gracias. Estaré atenta a otras, pero por favor no me atasque mi correo.
No he atascado su correo, no sé por qué lo dice. Saludos.