Pasto (Nariño).
Viernes 8 de marzo de 2013
La capital del Departamento de Nariño es llamada la Ciudad Sorpresa, y a fe que lo es. En esta visita me sorprendieron varias cosas:
1 – La hermosa arquitectura civil y religiosa, muy bien conservada
2 – El derroche de creatividad de los pastusos, cuando elaboran las carrozas para el Carnaval de Blancos y Negros, y
3 – El estilo clásico y conservador que se aprecia en las costumbres y formas de vida de los habitantes de Pasto y Nariño.
Al llegar a Pasto desde Ipiales, procedente de Ecuador, me bajé en el centro de la ciudad, para conseguir hotel, pero en ese sector no se consiguen por menos de $70.000 la noche.
Entonces me recomendaron los alrededores del Terminal de Transportes, en donde conseguí buen alojamiento por solo $22.000 la noche, con sábanas y toallas blancas y potente WiFi.
Pasto, tiene cosas bonitas, es una ciudad fácil y la encuentro bastante segura.
En bus por $1.100, fui al centro para fotografiar lo que me interesa, cuando todavía no hay mucha gente ni carros. Y es que la actividad comercial en Pasto comienza a las nueve de la mañana, así que a las siete, cuando anduve por el centro histórico, las calles estaban casi desoladas.
Recientemente se unificaron las distintas empresas de transporte urbano que había antes, para formar el SIT: Sistema Integrado de Transporte Ciudad Sorpresa, nombre que llevan todos los buses de color naranja, que prestan el servicio en la capital de Nariño.
En Pasto se conservan muchas edificaciones coloniales y republicanas. Parece que ha habido consciencia en este sentido, por parte de las autoridades de Planeación.
Se ven casas de dos plantas con balcones de bonito artesonado.
Aquí todo es como clásico. Se puede ver eso en el Café Palatino, con mesas de hierro antiguas y un baño muy cómodo para los clientes.
En Pasto hay muchas iglesias, unas quince en total. Fotografié las más destacadas por su estilo y diseño. Por algo Pasto es llamada también ‘La ciudad teológica’, y fue construida sobre el Valle de Atriz.
Lo primero fue conocer la iglesia de La Merced, una bella ermita con vitrales finos y cuatro cuadros en mosaicos, grandes y bien elaborados.
Imágenes preciosas y, en el piso, un mosaico antiguo de diseño original. Arcos de medio punto soportan la estructura, con una bella imagen de la Virgen de Las Mercedes en el centro del altar mayor.
La iglesia de San Juan Bautista, esa sí que es bien hermosa. Tiene arcos con decorados en amarillo, piso en ladrillo cocido y artesonado de figuras geométricas bastante curiosas.
La Catedral es imponente. El exterior es en ladrillo cocido, y tiene en el frontis la imagen de Cristo Rey. La planta está formada por cuatro naves, un bello altar auxiliar, dedicado al Corazón de Jesús, varias cúpulas gigantes y un órgano antiguo en el coro.
La bóveda superior, en forma de cañón, ostenta figuras al óleo de ángeles, baldosa antigua en el piso y columnas cuadradas que terminan en capiteles dorados.
La que sí merece capítulo aparte, es la iglesia de Cristo Rey, que es bellísima. De paredes y columnas en mármol, con distintos tonos de color gris, retablos muy bellos, generalmente en colores rojo y dorado, quince escenas con santos a un lado del sagrario, talladas en madera con gran precisión y mejor gusto. Esta era la iglesia de los Sacerdotes Jesuítas.
En el piso tiene mosaicos antiguos y originales y sobre las columnas cuadradas se aprecian capiteles dorados y en la cubierta, arcos de crucería, sin ser una iglesia de estilo gótico.
Pero lo maravilloso de este templo, es su iluminación, lograda mediante vitrales grandes, ubicados tanto arriba, como debajo de los muros laterales. De verdad que es majestuosa esta edificación de Cristo Rey.
Es tan suficiente la luz del sol que se cuela dentro de la edificación, que ahora solo hay 18 bombillas encendidas, y eso que de los espirales comunes y ahorradores de energía.
Contiguo a la iglesia de los jesuitas, está el edificio de tres plantas, que fue sede del Colegio Javeriano, de estilo clásico muy hermoso.
Pasé luego a la Plaza de Nariño, amplia y despejada, con la imagen del precursor de la Independencia en el
centro, la sede episcopal a un lado y en seguida el Pasaje del Corazón de Jesús, un Centro Comercial, que es raro encontrar con ese nombre.
Y diagonal a la iglesia de San Juan, sobre el marco de la Plaza, está el conocido Hotel Agualongo, en un edificio alto, ahora de color amarillo.
Ahí cerca se encuentra la oficina de Turismo, en donde me obsequiaron un mapa de la ciudad, muy bien diseñado y bastante útil para un turista como yo, que recién llega a la capital nariñense.
En la esquina de abajo de la Plaza de Nariño, está el bello edificio de la Gobernación, con un elegante pórtico a la entrada y la estatua de Julián Buchelli, el primer gobernador del departamento.
A San Andrés está dedicada la iglesia que conocí en seguida. En colores amarillo y dorado, es más pequeña que las anteriores, pero también muy agraciada.
Tiene un hermoso altar central, con la imagen quiteña de la Virgen de los Dolores. El púlpito y las escalas de caracol en madera, son muy delicadas.
Después de caminar tanto y permanecer de pie, merezco un chocolate pastuso con buñuelo, no sea que me maree del hambre.
Observo cómo en Pasto pocas calles tienen árboles, claro, con tanto frío, se necesita más el sol que la sombra.
Subí después hacia la Casa Taminango, con 400 años de construida es la residencia más antigua de Nariño. Está en seguida de la Iglesia de Lourdes, y además de haber sido declarada Monumento Nacional, sirve de sede al Museo de Artes y Tradiciones Populares de Pasto.
El ingreso cuesta dos mil pesos y una chica nos fue paseando por cada una de las habitaciones de la casa, que tiene patio empedrado, horno de barro y baño, fuera del ducto para el agua rastrera.
En la primera habitación se exhiben telares para elaborar productos de lana de oveja. Allí está el conocido ‘Pañolón’, traje típico de la región y la falda o ‘follado’, elaborada en paño de lana tradicional, decorada con terciopelo y, debajo del follado, se usaba el refajo que, si la dama que lo lucía era soltera, se lo dejaba ver debajo del follado, pero si ya se había casado, el refajo tenía que estar completamente cubierto por el follado.
Me conmovió ver la lavadora en madera, parecida a las modernas, que data de 1.940 y se conserva intacta en el Museo. También exhiben utensilios hechos a base de cacho de res, peines, sobre todo, y una marimba grande con palos de chonta.
En otro sitio vimos los crisoles de piedra y cerámica donde en ‘La Pailería’, se fundían metales como el cobre y el bronce. Esos crisoles se conservan intactos en piedra y cerámica muy finas. Tan altas temperaturas se lograban a base de viento, producido por fuelles de madera y cuero, como el que aún se conserva en esa sala.
Pero lo más descrestante fue el molino de trigo y cebada, construido a partir de una tolva de madera, que dejaba caer los granos a dos piedras, que giraban una contra la otra, gracias a una insipiente rueda Pelton.
Parece que en Pasto gustan mucho los fritos, principalmente las empanadas con cubierta de hojaldre y rellenas con huevo cocido y arroz.
Después de preguntar a varias personas, para refrendar la información de todas, tomé un bus que me llevó cerca del Centro Cultural Pandiaco.
Ya en la Casa Cultural y en compañía de José Fernando, recorrimos un salón grande, en donde se conservan algunas de las carrozas que desfilaron en el pasado Carnaval de Negros y Blancos. Allí están, algunas enteras y otras despiezadas, las carrozas más representativas y mejor acabadas.
También se conservan algunos de los disfraces individuales que los danzantes cargan sobre los hombros, y que generalmente recuerdan a los distintos municipios del departamento de Nariño. Cada disfraz tiene una estructura metálica para cargar la careta durante el desfile.
Un personaje muy importante en el Carnaval, y cuya imagen aparece en un afiche, es el señor Alfonso Zambrano Payán, ya fallecido, conocido artesano de la madera, quien fue el primero en hacer carrozas monumentales, como las 20 que se escogen cada año para la festividad del mes de enero. Su casa es un museo que se puede visitar y en donde trabaja su hijo Alberto Zambrano; él ha heredado el arte de la talla, y es quien ha seguido la tradición.
Por último le pedí a mi guía que me diera el teléfono, si tenía, de algún artista pastuso que trabajara la chatarra. Lo buscó en la base de datos y luego llamó a pedir el número del celular a un amigo suyo.
Efectivamente, gracias a José Fernando hablé por teléfono con el maestro Omar Quiroz Velásquez, el mismo que elaboró la escultura de aros pesados, que está a la entrada al Centro Cultural Pandiaco.
El mismo artista fue quien diseñó otra escultura preciosa, de dos pescados, hechos con sobrantes de hierro y acero inoxidable y que ya había visto y fotografiado en el centro histórico.
No, qué emoción, incluso cuando hablé con el Maestro Quiroz, quedé con él que nos encontraríamos hoy a las siete de la noche cerca de su apartamento, sobre la avenida Julián Buchelli.
Y sí, fue muy amena la conversación con el maestro, quien ha colocado más de 15 esculturas en distintos sitios de la ciudad. Me enseñó que quien desea aprender una arte plástica, debe empezar a hacerlo como un juego, así como lo harían los niños.
Muy contento por los descubrimientos hechos hoy, regresé a mi hotel, para alistar maletas y viajar mañana de regreso a casa. Espero que el paro Agrario que por estos días se realiza en Colombia, no me impida llegar pronto a Medellín.
