San Benito Abad (Sucre).

Viernes 1 de julio de 2016

En la ‘esquina caliente’ de Corozal, por $2.000 tomé la buseta para Sincelejo. Ahora llevo el morral a la espalda, pues espero dormir esta noche en Cereté.

A mi lado en la buseta va un joven a quien le pregunto algo y responde sin mirarme. Es síntoma que no quiere hablar, a lo mejor tuvo algún problema antes de salir de su casa o simplemente le gusta hablar solamente con jóvenes como él.

Está bien, cada uno con sus ‘cadaunadas’.

Qué vaina, apenas llegué al sitio de Sincelejo desde donde salen los buses para San Benito, me informan que el transporte acababa de salir. De pronto en una moto taxi logre alcanzarlo, pues hasta las nueve de la mañana no sale el próximo.  Uhmn, y yo con equipaje y todo…

Aún así,  salí raudo en una moto por $3.000, a alcanzar el bus. Pensé que era uno viejo que se ve adelante, pero no dice nada en el parabrisas. Total, me quedé en un sitio a la salida para Sampués.

Ahora toca echar mano de un plan B: conocer este municipio mientras espero allí el bus de nueve de la mañana para San Benito Abad.

Pero qué sorpresa: cuando se acercaba el bus viejo que habíamos dejado atrás, el auxiliar gritó: ‘La Villa, La Villa’.

Claro, ese es el bus que necesitaba y había salido a las siete de la mañana con destino San Benito. Como no lleva aviso en el parabrisas, por eso el moto-taxista y yo pensamos que era un bus urbano.

Qué tal si el auxiliar no grita ‘La Villa’, como también llaman los sucreños  a San Benito Abad. ¡Qué salvada!

Venía el otro reto: en un minuto conseguir en Sampués, por donde iríamos a pasar pronto, dónde dejar el morral, en sitio seguro.

Le comenté al auxiliar para que el conductor del bus me permitiera tres minutos en Sampués, pero el hombre, aunque formal, se mostró pesimista respecto a que me recibieran el equipaje.

Qué va, ‘¡Vamos a lograr ese objetivo!’, pensé para mí.

Ya en Sampués divisé la ‘Droguería No hay como Dios No. 2’. Le pedí al conductor que me esperara un minuto y, lo logré! La dependiente aceptó guardar mi morral una vez le hablé en paisa, le mostré mi cédula y le dije que si quería le enseñaba el contenido del equipaje.

Ahora sí a disfrutar del viaje.

Lo bueno es que este bus en el que viajo, a pesar de sus años tiene un parabrisas maravilloso: tipo ventanal. La vista frontal es increíble, como me gusta.

Excelente el paisaje sobre la sabana sucreña. Me encantan los árboles de matarratón.

Algunos ya están crecidos, pero otros apenas están retoñando una vez comenzaron las lluvias, luego del intenso verano del primer semestre. Esas ramas verde claro tan fértiles los hacen ver muy decorados.

Cuando me preparaba para fotografiar un ganado que iba por la carretera, le di un golpe a la cámara contra la ventana que me hizo temer lo peor. Menos mal no le pasó nada a la Nikon. Buena suerte.

Qué flacas se ven las reses, los recientes meses sin lluvia las dejaron escuálidas.

Lo primero al bajarme en la plaza de San Benito Abad fue comprar dos porciones de sandía a $500 cada una. Qué dulzura y cómo me cae de bien ahora cuando sube la temperatura. No se veía de tan buen aspecto la fruta, pero estaba deliciosa.

Me impresiona ver tanta gente haciendo nada. Hay como once señores en el parque hablando cosas sin importancia, desde mi punto de vista de habitante citadino. A lo mejor para ellos sí es crucial hablar paja todo el día.

De todas maneras creo que perder tiempo es sinónimo de subdesarrollo o falta de cultura.

En seguida pude ingresar al templo parroquial en donde celebraban la misa.

Allá al fondo, en el camarín central, apenas si se distingue la imagen del Cristo Milagroso, un crucifijo negro, con cabellera lisa y trapo morado en la cintura. Desde mi punto de vista no es nada agradable la imagen, pero bueno si hace milagros, está bien.

Lo que sí me pareció original fueron las figuras de los evangelistas grabadas con material dorado a manera de capiteles en las columnas del templo.

Lo más destacado de San Benito, pueblo al que llaman ‘La Villa’, es el Cristo Milagroso ante el cual acuden muchos peregrinos a solicitar favores.  Sobre todo los fines de semana, es cuando más gente viene al lugar.

Y lo más particular es el ritual que se ha hecho tradición con respecto al Santo Cristo. Hay una fecha del mes de marzo, quince días antes de la semana santa,  cuando bajan del camarín la imagen del Cristo Milagroso y justo el 14 de Septiembre, vuelven a colocarlo dentro del nicho, ubicado al fondo y en el sitio más visible de la iglesia.

Esa ceremonia se lleva a cabo luego que la imagen del Cristo es llevada en procesión por las principales calles del municipio. Y dicen que la ubicación en el camerino debe hacerse a una hora exacta porque si no, el Cristo no cabe, ‘se niega a entrar’.

Para esas dos fechas vienen peregrinos de muchas partes del país y del departamento de Sucre, por supuesto.

Lo siguiente fue ir en moto-taxi hasta el puerto, un sitio descuidado con algunas basuras y sin orden.

Se ven embarcaciones fondeadas, pero a veces sobre el agua o entre la vegetación que se nutre de los tres ríos.

Dice mi conductor que el San Jorge, el Cauca y el Magdalena confluyen acá cerca de San Benito Abad.

Camino al puerto pasamos frente a una escultura de gusto aceptable en ‘Homenaje al Pescador’, donde se ve a un hombre con su atarraya como bandera.

Y frente al puerto, que no es más que una explanada, hay un parque con la imagen de la Virgen del Carmen.

Un equipo Bio-Saludable también hace parte del mobiliario del parque.

Al regreso fotografié las aves que ofrece en su bicicleta, el vendedor de gallinas. No se quiso dejar ver la cara, pero sí pude enfocar las ponedoras que vende.

El hombre recorre el pueblo con las gallinas pico abajo. Ese es su negocio, de eso vive y todo el mundo lo tiene en cuenta cuando hay que hacer sancocho para celebrar una efemérides.

No olvidemos que en las ciudades, para una celebración familiar, se pide a domicilio un pollo asado. En cambio en los pueblos se compra una gallina y se hace un sancocho para toda la concurrencia.

Me imaginé un mejor pueblo acá. Con la venida de tantos peregrinos, supone uno que le debe entrar bastante dinero a los sanbenitenses y a la administración municipal. Ojalá se ayude a parroquias más pobres que no tienen tantos visitantes.

Pero no es mucho el progreso que se evidencia. Todavía hay calles sin pavimentar aunque el edificio de la alcaldía es el mejor presentado, en el marco de la plaza.

En lo que sí se ve la plata, es en el mantenimiento de la iglesia, que luce bien pintada y mejor arreglada.

Acá habitan en total 22.000 sanbenitenses, 5.000 en el pueblo y 17.000 en los campos.

El alcalde de los benitinos hasta el 2019 es el señor Agustín Francisco Villarreal González.