El Hombre-Hicotea de San Marcos.

Jueves 30 de junio de 2016

Estando en San Marcos (Sucre), salí a recorrer las calles principales.

Lo que más me interesaba era fotografiar ‘El hombre Hicotea’, una obra de arte del escultor José Villegas Mier, colocada en una explanada del pueblo y a orillas del río San Jorge. Ese monumento fue inaugurado en 1.998.

La obra en sí no es gran cosa: un ser con torso y cabeza humana y el resto en forma de tortuga con caparazón.

Pero el significado de ‘El Hombre Hicotea’, sí da para mucho rato y es de gran profundidad.

A propósito de ‘El Hombre-Hicotea’, el maestro Orlando Fals Borda hace una analogía de esa tortuga con los habitantes de las riveras del río San Jorge y en general la depresión momposina.

Según el sociólogo al igual que la hicotea, el campesino de la zona está acostumbrado a vivir ya sea en el agua o en la tierra. Por eso Fals Borda habla de la ‘Cultura Anfibia’ que caracteriza a la población de las ciénagas, lagunas y ríos de la región.

La hicotea pasa varios meses durmiendo durante el verano y sale a afrontar la vida durante el invierno.

De semejante manera los sanmarqueros son expertos en técnicas para conseguir el sustento cuando hay buen tiempo, con atarrayas y machetes, pero disfrutan de la vida y de los carnavales cuando hay oportunidad, con el mismo entusiasmo que se enfrentan a las vicisitudes de la existencia.

Y lo mejor es que al hacer un balance de la vida encuentran que, son más los momentos de alegría que los de sufrimiento.

Fals Borda habla también del hombre ‘Senti-pensante’, cerebro y sentimiento, como otra característica del ‘Hombre Anfibio’ de las ciénagas sucreñas. Fiesta y trabajo, disfrute y técnica, pasión y esfuerzo.

A propósito de esta especie de agua dulce, en el Caribe Colombiano la hicotea está en peligro de extinción, ya que se caza sin control para comercializar sus huevos y la carne del animal. En la Costa Atlántica, la hicotea es un plato muy apetecido especialmente en los días de semana santa.

Como si fuera poco con haber conocido al ‘El Hombre Hicotea’, en el río que pasa al pie de la escultura, había varios jóvenes bañándose.

Las aguas no son las más limpias, pero los adolescentes estaban felices lanzándose al San Jorge. Y casi todos se tiraban clavados a la corriente que suponía yo, a pocos metros del pavimento no debería ser tan profunda.

Entonces aproveché para fotografiar ese momento de éxtasis juvenil, cuando volaban sobre el piso para caer luego en el río. Qué maravilla. Incluso ensayé a grabar esas piruetas en video.

Me quedaron mejor las fotos, con el chico congelado en el aire o clavándose en el agua. Genial.

Apenas salían de la corriente, corrían entusiasmados a mirar la pantalla de mi cámara, para ver el momento en el que yo había congelado la escena.

En fin que yo disfruté tanto como ellos y al final les di dos mil pesos para que tomaran gaseosa. Eran seis los pelados. Pensé yo: ¿sí les irá a alcanzar?

Que va… Los chicos resultaron más recursivos: una botella de gaseosa, de la marca que no anuncian por televisión, vale los dos mil pesos que les di. Más tres vasos en los que los seis muchachos saciaron la sed.

Se les veía la felicidad. Y yo mirándolos tan contentos, tampoco cabía de la dicha.

Y es que claro: estos jóvenes de la sabana sucreña son anfibios, se comportan tan bien en tierra como en el agua.

Gozan tirándose al río, así no

encuentren mucha comida cuando regresen a casa.

Su vida es gozar y sufrir, hacen parte del mundo ‘senti-pensante’ de Fals Borda. La versión criolla del Eros y Thanatos de los griegos.

Esta tarde en San Marcos será difícil de olvidar. No tiene copia, fue única. Momentos memorables, tan inesperados, tan sorpresivos.

Estas son las vivencias sencillas, increíbles que para mí hacen de los viajes, lo mejor de la vida.