Soplaviento (Bolívar).
Viernes 30 de octubre de 2015
Soplaviendo y San Estanislado serían la misma cosa, a no ser que no estuvieran separados por el Canal del Dique.
Llegué a Soplaviento procedente de Calamar y Arroyohondo.
En viaje de 40 minutos, Harold me trajo en su moto desde el corregimiento de Hatoviejo.
Fue un viaje encantador por carretera destapada, en medio de fincas ganaderas. Todo aquel al que saludábamos, respondía con mucha simpatía.
Hubo una escena que me encantó, porque parece una acuarela expuesta en museo: al fondo la laguna, más acá un árbol al que las garzas han ocupado como su hábitat y los terneros en receso a la sombra de las ramas.
Observamos coches de dos ruedas tirados por caballos, un joven que bañaba su bestia en el caño sin bajarse del caballo, y algunas motos que transitan por la carretera sin pavimentar, que une a Soplaviento con el corregimiento de Calamar.
Es impresionante la alegría de la gente a la cual saludo.
Y lo más chistoso fue que cuando fotografié a los jóvenes que ‘iban en coche’, ‘hasta el caballo largó su carcajada’. A pesar de la situación precaria, se ve más gente feliz por acá que en las ciudades.
Ya en Soplaviento, anduve la calle principal como parrillero del moto-taxista.
Me impactó la iglesia parroquial, con un diseño tan particular y pintada ahora de azul. En la fachada se ven algunas imágenes angelicales y de Jesucristo y la Virgen, pero no son muy finas.
La actual administración construyó un mega-colegio que hace poco terminaron a la entrada al pueblo. De pronto es una solución sobre-dimensionada.
Creo que así como ocurrió con las iglesias, en el futuro los colegios tendrán que ser más reducidos y promover una educación que involucre a papás y hermanos.
Se ven algunas casas de las mejores familias, con balcón corrido o frente de estilo griego.
Frente al templo no hay ninguna explanada, es a la entrada viniendo de Hatoviejo donde existe un kiosco y un pequeño parque con bancas, pero sin árboles.
Junto al puerto, con embarcadero incipiente, se ve la placa que da créditos a quienes construyeron un muro de contención.
Y aquí también saludo a quienes van en coche, unos pelaos muy simpáticos que responden con risas a mi cámara indiscreta. En Medellín los estudiantes que van al colegio generalmente están dormidos, pegados del Smart o de todas maneras aburridos.
Parece que el transporte escolar acá se presta en coches tirados por caballos.
También el pedestal con la imagen de María Inmaculada en lo alto.
Un edificio de arcos parece ser la plaza de mercado que hoy viernes no tiene compradores.
El remo con el cual el barquero empuja la nave, me impresionó por su diseño aerodinámico.
El conductor me dejó en el puerto donde ya arrancaba una lancha para San Estanislado, en la otra orilla del Canal.
Un solo hombre es capaz de impulsar la barca, como con 8 pasajeros.
Si qué bueno que la gente de pueblo tiene todavía capacidad de alegrarse con las cosas sencillas. Me encantó el detalle de la «carcajada» del caballo… ja ja .
Que bonito ver a la gente feliz por estas tierras. Por cierto, buenas fotos.