El Kremlin en Moscú (Rusia).
Miércoles 8 de junio de 2011
Hoy me enfrentaré yo solo a recorrer el centro de Moscú en Metro, para conocer el Kremlin que mis compañeros visitaron ayer. Al medio día nos encontraremos en la Plaza Roja, para almorzar juntos.
Sede del gobierno.
Bueno y ¿qué es un Kremlin? Pues simplemente el centro administrativo de una ciudad, en donde hay no solo edificios gubernamentales, sino iglesias y museos.
Lo característico del Kremlin de Moscú es que por un lado pasa el río Moscova, está rodeado de murallas con torres en los extremos, que resguardan cuatro palacios y cuatro catedrales.
Ahora recuerdo el centro histórico de Cartagena, con el mar en un costado, también rodeado por murallas, garitas en los extremos y dentro, las iglesias de San Pedro, Santo Domingo, la Plaza de la Aduana, la Gobernación, la Alcaldía, etc. Solo que el Kremlin moscovita sí es mucho más grande.
El Kremlin se identifica con el gobierno ruso de la misma manera que La Casa de Nariño con el gobierno colombiano.
Entonces llego hasta la estación Pavelezkaya, que es la más cercana al hotel, y pago los 2.65 rublos que cuesta el pasaje en Metro, unos pocos centavos de dólar. Muy barato.
Sin embargo, Moscú y en general Rusia, es en la actualidad, una de las ciudades más costosas del mundo.
Ya en la Plaza Roja, los gendarmes me orientaron para llegar hasta la entrada al Kremlin.
De paso fotografié la llama eterna que arde ahí cerca, en honor al Soldado Desconocido y muerto en la Batalla de Moscú con la cual en 1.94,1 se impidió al avance nazi sobre la capital rusa.
‘Tu nombre es desconocido, tu hazaña es inmortal’, se lee al pié del mausoleo.
El ingreso al Kremlin cuesta 500 rublos, es decir, unos 12 euros por persona, un precio normal para este tipo de monumentos.
Visita guiada.
La suerte fue que ya dentro, pasé cerca de una pareja de mejicanos jóvenes y acaudalados, a quienes sus padres les pagaron una guía particular, que habla español.
Le pedí al hombre que me permitiera escuchar los relatos de la chica informadora, y no tuvo problema en que los acompañara.
Los jóvenes, era poco lo que inquirían, así que me abstuve de preguntar mucho a la guía, para no molestarlos.
Dentro del Kremlin visitamos la iglesia de San Miguel Arcángel, luego la de la Anunciación, ambas decoradas con muchos íconos y de ‘cebollas’ doradas y plateadas, en lo alto de las torres.
Estas iglesias eran para los zares, no para el pueblo. Los íconos son como el lenguaje escrito, que ‘cuentan’ historias sagradas.
Dos elementos monumentales.
Más adelante admiramos la famosa campana zarina, con su pedazo quebrado al lado. Tiene seis metros de alto por 6 de largo. En total pesa 200 toneladas, y el pedazo desprendido 6.000 kilos. ¡Qué impresión!
El edificio donde inicialmente estaba la campana se incendió y al tratar de apagar las llamas le cayó agua fría al metal caliente y lo que produjo la fractura.
Ahí cerca se encuentra el Cañón del Zar, el más grande del mundo, fundido en el siglo XVIII, y que nunca se disparó. Más bien es un símbolo del poderío de los zares.
Lo bonito de esta arma antigua son los relieves que muestran la imagen del Zar Fiódor Ivanovich cabalgando su bestia.
Después entramos al Museo de El Campanario, en donde se exhiben joyas preciosas: miniaturas, tazas, floreros, relojes, piedras preciosas y semi preciosas, coronas doradas, cofres, artesanías finas, collares, prendedores, sellos, figuras de animales exóticos, mango de paraguas, corta papeles; todo ello en diseños y orfebrería finísima.
A las 12:30 terminé mi visita al Kremlin. Sí, todo muy bello, vale la pena entrar a este santuario religioso y militar. Y eso que no visité todas las iglesias ni fui a todas las estancias. Había que concentrarse en lo más representativo.
Dios mío! Cómo es que estoy viviendo estos días tan felices. Este paseo es maravilloso, excelente la compañía y deliciosa la comida. Qué privilegio el mío poder venir hasta este país lejano y conocer tantas bellezas.