Belmira (Antioquia).
Martes 18 de septiembre de 2012
El pasaje de Medellín a Belmira cuesta solo diez mil pesos, muy barato el viaje, seguramente porque para esta zona, hay mucha competencia y pocos pasajeros.
Hacía rato no transitaba por el ascenso a Boquerón, la antigua vía a Santafé de Antioquia. Noto muy cambiado el sector.
Más adelante ubiqué la entrada al Cristo Rey del Picacho, desde el cual se divisa muy bien la parte norte del Valle de Aburrá, sitio al cual no he ido aún.
Más allá está Waira, un sitio desde el cual se lanzan los parapentistas.
Y a continuación, el Alto de Medina, a partir del cual empieza el altiplano norte, tan bonito por los prados completamente verdes, las ganaderías y montículos frescos.
A partir de ‘Cuatro Cruces’ sigue un trayecto de muchas curvas hasta llegar a San Pedro.
A las 8:15 estuvimos en el Terminal de Transportes sampedrino. Aproveché la espera para desayunar con buñuelos muy ricos; hay tanta leche en la zona que estos alimentos los elaboran con buenos ingredientes.
De San Pedro hasta las partidas para Belmira, hay solo 20 kilómetros y de ahí hasta nuestro destino: 18 kilómetros.
En todo este último recorrido hasta Belmira, se transita por terreno plano, con el río Chico al lado derecho de la vía. También se aprecian sauces muy altos y sobre todo, vacas pastando sobre una sabana verde divina.
Hace muy buen día, el sol está brillante, ideal para visitar estas tierras altas del norte antioqueño.
Me impresiona comprobar cómo en muchos campos, el caballo se ha reemplazado por la moto. Claro, al transporte motorizado no hay que alimentarlo con pasto, ni herrarlo o bañarlo, solo echarle gasolina y de vez en cuando llevar la moto al taller.
Aunque en las calles siempre se ven bestias, sobre todo cargando canecas con leche y bultos de cuido.
Ya en el parque principal de Belmira, desde el primer minuto me llamó la atención la amabilidad de la gente. Conocí a Iván Zapata, un joven peluquero muy atento.
La iglesia Nuestra Señora del Rosario, construida de acuerdo a un diseño original italiano, está recién pintada, se ve bien con sus arcos de crucería, algunos vitrales y ojivas medievales.
En el centro y arriba del altar mayor, se destaca la imagen tallada en madera, de un hermoso crucifijo de 2.20 metros de alto.
Debajo del atrio hay varios locales comerciales.
Pero lo mejor es la casa cural, una edificación imponente, de dos plantas, a un lado de la iglesia. Tiene un balcón alto envidiable, sobre toda la plaza, que seguramente sale de la alcoba del párroco. Qué lujo…
Luego anduve las dos calles principales de Belmira. El Palacio Municipal, con mucho nombre para un edificio corriente, de tres plantas, está sobre la vía de ingreso al pueblo. Ahí cerca se encuentra la estación de Policía, con banderas flameantes muy coloridas.
Entré a una tienda típica, de estantes en madera y productos bien exhibidos.
El parque de Belmira no es gran cosa, aunque exhibe dos esculturas deterioradas: una en homenaje al minero de la zona, y la otra, llamada
‘Consagración’, esculpida por el maestro belmireño Didier Calle.
Se trata de una mujer desnuda con un brazo en alto. Lástima que algún vándalo le hizo daños notorios, pues no están mal, el diseño y la obra.
Cerca del Cementerio, en la salida para Horizontes, hay un puente por el cual se pasa para llegar al oriente, a la finca cuyo dueño muy amablemente me autorizó a subir, para tomar algunas panorámicas desde ese punto.
Es un paraje bonito, con sauces muy altos a la vera del camino.
Por fin visité la Casa de la Cultura, sobre la otra calle principal, cerca de la plaza. Ocupa una casona antigua, con jardín en el patio central.
Lo que sí puede atraer turistas a Belmira es su cercanía con el Páramo Santa Inés, que queda saliendo a siete kilómetros por la vereda El Yerbal cuya carretera es lo primero que se encuentra viniendo de Horizontes.
Este páramo que es una reserva natural, tiene frailejones y especies propias de esas alturas.
Como a las once de la mañana abordé el bus para ir hasta la entrada a La Truchera.
Este año del 2 añ 4 de diciembre se celebran en Belmira las ‘Fiestas de la Trucha’.
En el estadero, no había más que los celadores al lado del estanque. Hay una campana antigua decorando el restaurante que, en fines de semana, sí presta servicio a los turistas.
El paisaje acá es idílico, con prados muy verdes, vacas coloridas y árboles gigantes de tallos envejecidos, todo bajo un cielo azul de nubes blancas hermosas. Regresé en seguida a esperar carro para Entrerríos.
Estaba haciendo el borrador de este diario, cuando apareció un campero azul, Daihatsu Terios, conducido por un veterinario. Muy amable accedió a detenerse cuando le puse la mano y llevarme hasta San Pedro.
La idea era ir directo a Entrerríos, pero aprovecharé este transporte para darle un vueltón a este otro municipio.
El alcalde de Belmira hasta el 2019 es el señor Jorge Ignacio Londoño Londoño.
Acá viven en total 6.000, dos mil en el centro urbano y cuatro mil en las veredas.