Briceño (Boyacá).
Da gusto viajar por vías destapadas pero con piso firme, en medio de bosque húmedo tropical.
Nos movemos de oeste a oriente, por el ‘ala’ occidental del departamento boyacense.
Por esta carretera el kilometraje está bien señalado, el conteo regresivo comienza con el 0 en Otanche, y llega hasta el kilómetro 90 en Chiquinquirá.
En el poste marcado con el número 57, sale el ramal que va para Briceño, el cual se encuentra a solo 9 kilómetros de la entrada.
Por esta ruta se llega incluso hasta Albania (Santander) y Tununguá (Boyacá).
Puntualidad.
Los conductores que atienden la zona esmeraldífera se caracterizan por la puntualidad que los rige. Y es que por cada minuto que ‘se caigan’, deben pagar $25.000 de multa. Es por eso que las llegadas, salidas y conexiones son a horas precisas y esto favorece a los usuarios.
Este es un viaje para el recuerdo, desde Otanche, contemplando el amanecer después de las cinco de la mañana.
Vale la pena extasiarse mirando cómo el día va aclarando y los pesados cordones de nubes que reposan sobre las montañas, se van esfumando con la salida del sol.
Pasamos por el corregimiento de Santa Bárbara donde está la entrada a la Mina esmeraldífera de Coscuez y más adelante San Martín por donde se llega al socavón de Peña Blanca.
A las 7:30 estuve en el ramal de Piedra Gorda, kilómetro 57 de la vía arteria, y solo tuve que esperar diez minutos hasta cuando apareció la buseta que llega hasta Albania.
La precisión en los despachos de las busetas es lo que garantiza que las transferencias de rutas sean a punto y hora. Carita feliz para las empresas transportadoras del occidente de Boyacá.
El última parte del recorrido la hago en una buseta china con excelente visibilidad que además tiene carrocería y todo original.
Desde el ventilador arriba del conductor hasta la caja que acciona la puerta de ingreso, todos los accesorios son originales de China.
Pueblo pequeño y acogedor.
El general Manuel Briceño fue un líder conservador del siglo XIX y a él se rinde tributo en esta localidad.
Al llegar a la cabecera municipal recorrí algunas calles y saludé a los paisanos. El día está soleado, ideal para llevar buenos registros de mi visita a Briceño.
Una localidad pequeña con menos de mil habitantes, pero iglesia decente sobre todo por su hermosa fachada en piedra amarilla.
Adentro se observa un templo luminoso con columnas cuadradas, capiteles dorados y arcos de medio punto sosteniendo la cubierta.
A falta de una, Briceño ofrece a sus habitantes dos canchas deportivas en la plaza central.
Atractivos de naturaleza.
Fuera de la piscina que construyeron en las afueras del pueblo, los visitantes que llegan a Briceño pueden llegar en tan solo 20 minutos a la hermosa cascada La Laja, una caída de agua a través de enorme roca.
Dado que en invierno el agua es suficiente, hay bañistas arriesgados que se deslizan por la piedra como si se tratara de un tobogán, hasta caer al charco.
No deja de ser una diversión arriesgada realizada solo por jóvenes intrépidos que comprometen hasta las vértebras de su cola.
Uno de los productos que más se cultiva en Buenavista, la vereda de Briceño es la guanábana, esa deliciosa fruta tropical que tanto gusta a los hombres.
El plano del pueblo se aprecia muy bien cuando se sale hacia Tununguá, el municipio vecino.
En el Alto del Uvo, entre Briceño y Tununguá, se ven tres pueblos: Briceño, ante de la cima, y al pasar el alto: Albania y Oh sorpresa: Florián, el de la Ventana de Tisquezoque y la hermosa cas-ca-da.
En este municipio viven en total 2.700 briceñenses, 500 en el pueblo y 2.200 en las veredas.
Alcaldes de Briceño han sido: 2016-2019 Raúl Daniel Cubides Pineda y hasta el 2023 es la señora Beatriz Páez Castellanos.
Lunes festivo 20 de marzo de 2017