Chimá (Córdoba).
Domingo 3 de julio de 2016
Desde Cereté.
En buseta llegué de Cereté hasta Lorica. A los camperos que viajan a los municipios no le colocan tabla con el nombre del destino, toca ponerle la mano a todo el que pasa.
El pasaje desde Lorica hasta Chimá cuesta $6.000, para 25 minutos de recorrido.
Desde la troncal hay ocho kilómetros de vía destapada. Al pueblo se accede por una avenida con separador amplia y con árboles.
Un ‘Santo’ desconocido.
Antes de llegar a la plaza, en el colectivo me informaron acerca del ‘Santo’ que se venera en este pueblo. Hay un santuario a donde acuden los peregrinos para hacer las súplicas y allí estuve desde el comienzo.
Santo Domingo Vicente Vidal Villadiego (1.841 – 1.898), no fue canonizado por la Iglesia Católica, sino por los habitantes de Chimá que consideran a ese hombre un beato.
A Domingo se le representa acostado y con una rodilla doblada, como hacen hoy las modelos, para darle dinamismo a la figura.
Se trata de un joven que a los siete años sufrió de poliomielitis, quedó minusválido y en su lecho de enfermo llegó a tener profundos conocimientos, gracias a sus esfuerzos como autodidacta. Tanto que incluso tuvo cualidades de clarividente y la gente comenzó a visitarlo para consultarle sus problemas.
La chica que atiende en el santuario me cuenta que Domingo Vidal vivió en Chimá y tenía el don de la sabiduría. Adivinaba en dónde estaba el caballo perdido y curaba a los enfermos.
Cuando Domingo Vidal murió, lo enterraron en la iglesia de Chimá. El cura se opuso y ordenó desenterrarlo, pero al abrir el cajón encontraron el cuerpo momificado.
Cuentan además que cuando el sacerdote ordenó que lo picaran para enterrarlo en otro lugar, el cuerpo de Domingo sangró. Y relatan también que el carro en el cual fueron transportado los restos se varó y, peor aún, las personas que picaron el cuerpo tuvieron luego una muerte trágica.
Todo esto no es más que ficción alrededor de la vida de un hombre que seguramente fue un excelente ciudadano y de pronto muy sabio.
Pero para las personas del común estas ‘historias’ son creíbles y por eso la devoción al ‘santo’ sigue vigente a pesar de los años.
En el santuario hay una sala aparte para las velas y sobre los muros se ven carritos de juguete que los fieles traen para agradecer el favor a un hijo, la curación de un enfermo o algo así.
Un pueblo decente.
La calle principal de Chimá se ve bien, amplia y sin basuras. Algunas casas tienen techo de paja, otras en lámina de zinc y las más están construidas con cemento.
Está decente Chimá. El parque fue lo que más disfruté porque tiene muchas bancas y árboles sombríos.
A veces en los pueblos de clima caliente dejan los espacios públicos sin sombra. En los de clima frío en cambio sí se necesita más del sol que del fresco.
Una estatua pedestre del Simón Bolívar decora el centro del parque.
La Biblioteca Pública también se encuentra en el marco de la plaza y ojalá, en el corazón de muchos ciudadanos que la frecuenten.
La Alcaldía con edificio de dos plantas y buen diseño, se ubica en la mejor esquina de la plaza.
Iglesia católica.
La iglesia de una torre está mejor por fuera que por dentro. En lo alto de la atalaya se ven dos balcones que también me llamaron la atención en otro de los pueblos que he visitado en este viaje.
En el piso de la nave central se observa una baldosa antigua y llamativa.
En un extenso sermón, el cura que oficia hoy la misa dominical, se queja porque los católicos dejan su fe para creer en hechicerías. Y hasta tiene razón.
A las 10:30 salgo hacia Palmito, el pueblo vecino, ya no de Córdoba, sino de Sucre.
Me tocó dibujar una ‘Z’ sobre el mapa: primero devolverme a Tuchín y de ahí hasta las afueras de Momil donde esperé transporte para Palmito.
El alcalde de Chimá hasta el 2019 es el señor Juan Pascual Custode Vivanco.
Acá habitan 13.000 chimaleros, 3.000 en el casco urbano y 10.000 en las veredas.