El día que me acusaron de extorsionista.

En Norte Santander.

Dormí bien en Cáchira (Norte Santander), a las seis de la mañana esperé el bus que va para Bucaramanga. Una mañana iluminada que hace ver todo con detalle y suscita admiración.

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Valla al comienzo de la vía.

A la salida pasamos por El Llano, una vereda como a un kilómetro de la cabecera municipal que más parece un barrio de Cáchira.

Al principio del viaje me concentré en mirar el mapa para ver cuál sería el camino a seguir una vez esté sobre la Ruta del Sol: no sé si continuar más al norte hacia San Alberto o llegar hasta Bucaramanga y de ahí a Puerto Berrío.

Más adelante me levanté hasta la última banca para ver si a través de la ventana podía tomar fotos. Le pregunté a una pasajera cómo se llamaba el cacerío de arriba, y estuve escribiendo algo en las hojas de borrador del diario.

Por último le pregunté al conductor sobre cuál sería la mejor ruta para llegar a Medellín, si por San Alberto o desde Bucaramanga.

Calle.
Calle del pueblo.

Hasta ahí todo bien, pero…

Parece que todos estos movimientos despertaron sospecha en un campesino que venía cerca y no me quitaba el ojo de encima.

Sobre todo mi vestimenta color caqui también pudo hacerlo pensar que yo podría ser miembro de algún grupo armado o cualquier extorsionista.

El hecho es que en una parada que hizo el bus el campesino se ubicó en la puerta con los brazos extendidos como para no permitir la salida y comenzó a increparme:

‘ – Usted quién es y a qué ha venido acá, ¿ah? Porque hace rato lo veo que escribe vainas y mira un mapa. Es que aquí en el pueblo todos nos conocemos y no permitimos que venga gente a hacernos daño’ – .

‘ – Tranquilo señor, yo soy un viajero que visito pueblos de Colombia y como me faltaba Cáchira, pues vine a conocerlo – .

Vertiente.
Río a bordo de carretera.

Ofreciéndole el celular con mi página abierta le dije:

‘Mire mi página en Internet para que se cerciore de quien soy, ahí puede observar las fotos y relatos de los pueblos colombianos que he conocido’.

‘Que va, la mayoría de las ‘sinverguenzuras’ las hacen por ese tal ‘interned’ que no sirve sino para los que vienen al pueblo a extorsionar y asustar a los que tienen cualquier pedazo de tierra’ – .

En fin que el hombre no hacía sino preguntarme, hablar atropellado y con rabia, sin escuchar mucho mis argumentos.

Indígena.
Homenaje a los antepasados cachirenses.

Esgrimí mi ‘prueba reina’.

‘ – ¿Usted conoce a don Polo el del hospedaje? Pues anoche yo dormí allá, él más o menos me conoce porque antes de venir había hablado con él por teléfono’ – .

‘ – Claro que lo conozco, porque aquí en el pueblo todos nos conocemos y por eso es que no nos gusta que venga gente de la que no se sabe a qué vino, si a hacer alguna diligencia o a hacer daño. La otra vez llamaron a un vecino y le dijeron que alistara diez reses que iban a venir al otro día por ellas, pero al fin no apareció nadie’ – .

Pensé que con la referencia de don Polo iba a solucionar el problema pero lo que vino en seguida fue peor. Mi acusador continuaba firme en la puerta el bus, con la mano puesta en la cacha del machete.

La cosa se estaba poniendo tan difícil que incluso llegó un momento en que el hombre le ordenó al conductor:

‘ – ¡No arranque todavía hasta que no arreglemos esto! -‘ .

El chofer le argumentó que él trabajaba contra reloj, que no podía detenerse.

La carretera a Cáchira es hermosa, de vegetación abundante y gran riqueza hídrica pero muy sola y retirada. En varias horas no apareció ningún vehículo en contravía.

Cascada.
Vegetación tupida.

Finalmente le dije a mi contrincante:

‘ – Vea, si quiere le presto mi celular para que llame a la policía, pues anoche estuve en la estación reportándome a la autoridad, para que supieran quién era yo y a qué había venido a Cáchira’ -.

‘ – Qué va, los policías no son de acá del pueblo y muchas veces ellos son aliados de los delincuentes’ – .

Oh tierra tragame…

Si ni siquiera con el argumento de la policía lograba convencerlo, ahí sí parecía que estaba perdido.

Finalmente le dije al campesino:

‘ – Ah bueno, pues yo he tratado de demostrar que no soy ningún delincuente, entonces hagamos una cosa: demuéstreme usted lo contrario. Incluso lo felicito y me parece muy bien lo que usted hace por defender a su comunidad para que no llegue gente que lo que busca es hacer el mal – ‘.

Tal vez con estos argumentos el hombre entró en razón, se fue calmando y, un poco acobardado abandonó el estribo y se sentó de nuevo en la silla.

Fue entonces cuando el conductor encendió el motor  y pudimos continuar el viaje.

Al llegar al lavadero que quería fotografiar y que previamente le había pedido al conductor que me regalara una parada, para darle más confianza, invité a mi contrincante para que me acompañara a tomar la foto, pero él siguió como bravo aunque pienso que, más bien herido en su orgullo al ver que se había equivocado conmigo.

Lavadero.
Lavadero campesino.

El hecho fue que al llegar a vereda La Vega el hombre de machete al cinto se bajó, junto con la señora que era su vecina. Allí paró el bus y aproveché para tomar aire y un tinto con pan.

Bueno, siquiera no fue más que una anécdota lo que viví en este, el municipio número mil que conozco en Colombia. A pesar del susto inicial, siempre me sentí muy tranquilo porque como dicen: ‘el que nada debe, nada teme’.

Hombres corajudos.

Con su actitud, el campesino demostró el temple y bravura propios de los santandereanos. Admirable de todas maneras.

Recordé lo que me habían contado anoche de Villa Caro, el municipio vecino a Cáchira en donde, gracias a la acción y vigilancia de la comunidad, allá no ha entrado ningún grupo armado.

Después de disfrutar los paisajes de naturaleza de esa carretera selvática y húmeda, antes de las nueve estuvimos en Primavera, donde abordé el chivero hasta San Alberto.

Para seguir hasta Medellín, fue la mejor opción en vez de ir hasta Bucaramanga, que está a 60 kilómetros de Primavera.

Lunes 4 de junio de 2018.

Germán Vallejo

En este Blog publico relatos de mis viajes por Colombia y Antioquia. Desde el 2004 he realizado viajes, casi siempre solo, con pocos recursos y en transporte público. Estoy convencido que en un día soleado todo se ve más bonito, por lo que prefiero viajarenverano. Bienvenidos.

9 comentarios en «El día que me acusaron de extorsionista.»

      • el 1 febrero, 2021 a las 11:03 am
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        Que mejor historia Don German para conmemorar su municipio número mil. Felicitaciones y que siga con su labor de contarnos tan bellos y encarretadores relatos.

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        • el 1 febrero, 2021 a las 4:12 pm
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          Gracias Juan David, me alegra que te guste leer mis publicaciones. Saludos.

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  • el 1 septiembre, 2020 a las 8:40 am
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    En nuestro territorio existen muchos problemas de orden público, por ésta razón debes cuidarte, además de encontrarte con personas que por más de mostrarle la verdadera razón de tus viajes, no entienden, creo que desde el cielo tienes tú cuidador, te salvó!! Con tu relato alcance a asustarme, me puse en tú situación y sentí terror 🤔🙄😬😕🙁

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    • el 1 septiembre, 2020 a las 11:54 am
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      Y también hay que ser optimista, positivo y saludar a todo aquel con el que nos encontremos. Suerte.

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  • el 1 septiembre, 2020 a las 8:45 am
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    Creo que desde el cielo tienes tú cuidador, un Angelito te salvó!! Con tu relato me asusté, me puse en tú situación y sentí pánico 🤔🙄😬😕🙁

    Respuesta
    • el 1 septiembre, 2020 a las 11:53 am
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      Sí, hay situaciones difíciles pero gracias a Dios he salido bien de ellas. Saludos.

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  • el 15 enero, 2022 a las 6:39 pm
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    ¿Entonces no es recomendable ir por allá? Digo, soy hombre y costeño, capaz y piensan algo malo. Yo pensaba que eso solo pasaba en los pueblos de mi departamento donde tienes que avisar antes para llegar, aunque seas del lugar.

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