Linares (Nariño).
Domingo 7 de enero de 2018
En Pasto, la primera parada de la buseta en la cual vine a Linares, fue en la avenida Panamericana a la altura del ‘Puente del Chorizo’, un viaducto redondo, blanco y alargado, que todo el mundo lo conoce con ese gracioso nombre.
Algo particular es que al conductor no le preocupó que no se hubiera completado el cupo, a pesar de ser tan barato el pasaje: solo $12.000 para un viaje de tres horas y media. La mentalidad de los nariñenses es muy distinta a la de los costeños y los paisas.
Desde el comienzo me hice amigo de Norbey Trujillo, el conductor, quien me cuenta que en Linares nació el artesano Roberto Otero, especialista en hacer carrozas para el Carnaval de Negros y Blancos.
Paisajes verdes.
A partir de Sandona termina el pavimento, en adelante todo el camino será destapado. Se baja al puente sobre el río Guaítara, para ascender en seguida hasta Ancuyá.
A las doce del día estuvimos en Ancuya, un pueblo con iglesia monumental que se verá muy bien en adelante y desde lo alto de la carretera. Está ubicado en una meseta casi plana rodeado de mucho verde. Precioso.
De Ancuyá a Linares son 45 minutos de recorrido. Hasta me irá a dar guayabo cuando me baje porque, qué viaje tan agradable en esta buseta cómoda y con los paisajes tan bellos que ofrece el centro de Nariño y nor-occidente de Pasto. Caña de azúcar y panela son la base de la economía en Linares.
Me cuenta el conductor que Linares tiene sendero para moto cross en las afueras del pueblo. Porque hay muchos pelaos con motos que no hacían sino hacer bulla y piques en el pueblo, entonces el alcalde les hizo pista para que se fueran a hacer su ruido y locuras allá arriba.
Y también en las afueras de Linares hay una cueva como con escalas ascendentes por dentro del cerro. Pudo ser que los indígenas lo construyeron como refugio para librarse del asedio español.
A la entrada a Linares se pasa por la plaza de mercado cubierta. Quise verla en funcionamiento más tarde, pero ya estaba vacía.
Pueblo sorprendente.
Aunque Linares se construyó como en una hondonada, es más bien plano y de paisaje variado. Hoy la plaza, que no es muy grande, ofrece casetas para las fiestas del 6 de enero. Se escucha música a buen volumen en todo el centro de Linares.
Almuerzo en el asadero de pollos de la plaza, preferí no comer cuy asado, humeante y de piel dorada, muy provocativo, que tostaban en una de las casetas de la plaza.
Una moto me dejó en el Estadero y Gallera Alaska, con restaurante y piscina y en donde había muchos bañistas. Tomé algunas fotos de los jóvenes que se tiraban clavados al agua y en seguida subí al mirador cercano, donde una imagen estilizada de la Virgen monta guardia sobre la localidad.
Para llegar hasta la cima toca trepar como gato por una roca que tiene algunas protuberancias en las cuales apoyé los pies. Siempre tuve miedo de arriesgarme, pero confié en la Inteligencia Universal que siempre me protege en los viajes y al fin coroné el peñón más alto.
No obstante sin necesidad de trepar hasta arriba, la vista incluso desde la base de la roca es encantadora. Se aprecia muy bien el centro del pueblo, muy cerca, y bien iluminado en horas de la tarde.
La inmensa casa cural de dos plantas al lado de la iglesia, es la edificación que más se destaca después del templo.
No más por este mirador tan hermoso, ya con eso Linares quedó grabado con letras de molde en mi memoria viajera.
En seguida entré a la iglesia que es imponente y original, con columnas y arcos pintados color piedra y una baldosa antigua en el piso. Una ermita distinta a todas, donde se venera con distintos íconos, la imagen de San Sebastián.
Otra cultura.
Cuando disfrutaba de un rico cono de maquinita, unas peladas me quitaron el gusto cuando de pronto: plash, me tiraron en la cara chorros de espuma Carioca. Por jugar corrí detrás de ellas, pero que va, las benditas ya iban lejos muertas de la risa.
Así son las fiestas en los pueblos de Nariño, así que, fresco Germán, al pueblo que fueres…
Ahora comenzaba un pequeño desfile en el cual participó un linareño que llevaba a su ritmo, un par de esqueletos unidos con varas. Muy ingeniosa la instalación.
Una cosa que me ha llamado la atención de los nariñenses es que difícilmente agradecen con un gesto o haciendo sonar el pito, cada vez que el carro que viene en contravía les cede el paso. Son poco expresivos hasta en eso.
Acá habitan en total 11.000 linareños, 2.000 en el pueblo y los nueve mil restantes en los campos.
El alcalde de Linares hasta el 2019 es el señor Luis Carlos Lucero Caicedo.
Buenos días que bien que alguien de a conocer estos pueblos tan hermosos de mi Colombia soy de linares nariño de la vereda el Tambillo de Bravos vivo en Bogotá hace 28 años pero viajo a mi pueblo cada fin de año a visitar a mis padre de 83 y 92 años mi viejos queridos
Muy bien, siempre haya que recordar y valorar nuestras raíces. Saludos.