Ancuyá (Nariño).
Lunes 14 de diciembre de 2015
En la empresa de transportes de Sandoná, averigüé por la próxima buseta para Ancuya, pero deberé esperar casi dos horas para viajar.
Entonces por mil pesos, en una moto-taxi llegué a las afueras de Sandoná, por donde salen los carros para el municipio vecino.
Al momento apareció el angelito: un señor joven que por $4.000 me llevará hasta mi destino.
El hombre tuvo un pasado difícil: seis años en la cárcel por traficar con drogas. Ahora lee la Biblia y se apoya en la fe en el Señor Jesucristo, del cual habla con entusiasmo. Mientras tanto descendemos hasta el puente sobre el río Guaítara, para subir en seguida a mi objetivo.
A la entrada a Ancuyá hay un trapiche en movimiento. Continuamente llegan caballos con la dulce carga. Allí me despedí del conductor para fotografiar las bestias y observar la molienda.
Lo más destacado de Ancuyá es la imponente iglesia de la Virgen de la Visitación. Un templo hermosísimo, de estilo románico con alta cúpula y una torre decorada. Desde la carretera que une a Consacá con Sandoná, ese majestuoso templo se destaca entre los alrededores verdes.
Según el calendario católico, el 2 de julio de cada año se conmemora la visita de María a su prima Santa Isabel. Por esos días se celebran en Ancuyá las ‘Fiestas de Nuestra Señora de la Visitación’.
Incluso se realiza una romería con la imagen de la Virgen, por el camino viejo que unía a Sandoná con Ancuyá.
En un costado de la ermita están las placas que testimonian los milagros que la Virgen ha concedido a sus devotos.
Qué veo enseguida: pre-adolescentes jugando canicas en pleno parque. ¡Qué emoción!
Recuerdo cuando tenía esa edad que también me entretenía con los primos en esa actividad lúdica. Por mi deficiente motricidad fina, la puntería era muy precaria. Hasta las bolas ‘bogotanas’ me tocaba entregar al ganador.
Por lo demás, Ancuyá es un pueblo inclinado en donde la próxima administración de Diego Nixon Ortiz López tendrá mucho por hacer.
Porque todavía quedan calles sin pavimentar y en la plaza principal se ve algún desorden y ventas que deberían salir o al menos tener mejor presentación; lo mismo el edificio de la alcaldía en todo el marco de la plaza, merece una manito.
En Ancuyá habitan 9.000 personas, dos mil en el casco urbano y siete mil en el campo.
Por $4.000 un moto-taxista me llevó hasta el monumento a la Virgen del Tránsito, colocada en lo alto de un pedestal. Antes había fotografiado otra imagen similar, en la carretera desde Sandoná, arriba del puente.
En Ancuyá se elaboran sombreros con paja de tropilla. Con mucha paciencia y gran talento, una artesana ancuyana me mostró la manera como entrecruzaba las tiras para formar el tejido.
Luego subí hasta el barrio alto hacia el occidente; desde allí, en horas de la tarde se aprecia el casco urbano con la mejor iluminación.
Hasta se me había olvidado almorzar por disfrutar de tantas sensaciones. En un restaurante de la plaza almuerzo con bagre sudado por $5.000. Puro sabor casero.
Mi próximo destino será Guaitarilla, un municipio distante cuatro horas de Ancuyá, por carretera destapada. A la una de la tarde salí hacia esa localidad, en una buseta Mazda 94, pero potenciada con motor Nissan. El pasaje cuesta solamente $9.000.
Da gusto viajar en un carro tan fogoso y con excelente amortiguación. Mi puesto de copiloto es lo más cómodo, con vista frontal y doble descansabrazo. El ascenso por carretera empolvada, ni se siente en semejante máquina y sobre silla ergonómica.
El paisaje subiendo al Alto de Macascruz, es espectacular; 45 minutos dura el ascenso.
Casi no se ven cafetales, pero sí abundan los cultivos de caña de azúcar, generalmente formando cuadrículas de acuerdo a la edad de las plantas.
En algún punto de la carretera se distingue Sandoná por su iglesia de dos torres puntiagudas.
Pasamos por Indo, una vereda populosa con capilla de buen aspecto. En la vereda San Germán, diez minutos antes de Guaitarilla, comienza por fin la carretera pavimentada.