San José de la Montaña (Antioquia).
Miércoles 6 de junio de 2012
Esta mañana cuando me levanté sabía que iba a puebliar, pero no me había decidido hacia dónde ir. Se me ocurrió cambiar de punto cardinal, e ir a San José de la Montaña, un pueblo del cual me han hablado muy bien y desde hace años deseo de conocer.
Mientras esperaba la salida en el Terminal del Norte, desayuné al lado de un señor muy chistoso y conversador quien hablaba con una paisana suya de Toledo. En una de sus historias echó un dicho que no había escuchado antes:
‘La plata del miserable, la disfruta el calavera’
Es el caso de tantas personas que guardan el dinero y muy poco gastan para sí. Hasta cuando es un yerno o un ladrón quien disfruta la fortuna.
San José de la Montaña tiene en total 3.100 habitantes, de los cuales 2.100 viven en el casco urbano, y los mil restantes habitan las veredas. Es un pueblo pequeño, pero bien hermoso.
Esta zona es netamente ganadera. Se ven muchos camiones que transportan leche para la planta de Santa Rosa, a veces en carro tanques y otras veces en canecas de 40 litros.
En las partidas para San Andrés de Cuerquia y San José de la Montaña, el bus se detuvo en el Restaurante La Gran Vía, uno de los pocos que he conocido en Colombia, con mapas del país y el departamento, para mejor ubicación de los pasajeros.
También hay un termómetro que marca 16 grados de temperatura, y se señala la altura sobre el nivel del mar: 2.734 metros.
La vegetación en este altiplano de los Llanos de Cuivá, se caracteriza porque prevalecen los árboles medianos, con líquenes y musgo en las ramas.
Parece ser que la alta pluviosidad, la presencia casi permanente de nubes y la humedad de la zona, favorecen la propagación y el crecimiento de esas especies parásitas.
También abundan las Palmas de Cera, semejantes a las del Valle del Cocora, con anillos ascendentes; las de por acá son menos altas que las del Quindío.
Hoy es un día de verano, con sol abierto y firmamento azul, un escenario muy bello para esta zona de tanto verde y completamente plana. La vista se pierde muy lejos, donde el firmamento y la tierra se confunden.
Por esta vía hay poco tráfico. Desde los Llanos de Cuivá se desciende luego hasta la vereda Las Cruces, con capilla y colegio de dos plantas, para ascender de ahí en adelante, y durante diez minutos, hasta las partidas para San Andrés de Cuerquia, municipio con el que San José limita al Norte.
Por el sur comparte frontera con Belmira y Liborina y por el occidente limita con Sabanalarga. Y hacia el occidente la carretera continúa en ascenso para Toledo e Ituango.
San José es un municipio con hermosa topografía. Sobre todo porque el casco urbano se extiende en forma de cuadrícula, sobre una ladera no muy pendiente, pero eso sí: completamente verde.
Así que los alrededores del pueblo son toda una acuarela, y el frontis de la iglesia, de torres color naranja, lucen muy bien en medio del cielo azul.
En la plaza principal, muy amplia, un poco pendiente, solo se observan cinco o siete lugareños. Seguramente por el frío y los vientos gélidos que soplan con frecuencia, la gente de San José prefiere permanecer encerrada en sus casas. La plaza es grande y agradable, con el edificio colonial de la Alcaldía en uno de sus costados.
Entré a la iglesia del Perpetuo Socorro. No es tan bonita y su estilo no se puede inscribir en ninguna escuela.
Tiene un altar en mármol de carrara y ángeles en el mismo material traídos desde Italia y bendecidos por Monseñor Miguel Angel Builes en 1.954. También hay en el templo varios vitrales muy vistosos pero de imágenes poco pulidas.
Ahora exhiben cerca del atrio, unas esculturas talladas en madera: pescado, águila y otros animales, fueron esculpidos en troncos de árboles, seguramente por algún artista josefino.
El parque es más bien pequeño y ahora sin árboles; tuvieron que reemplazar los que había, pues las raíces estaban levantando el piso. En el costado oriental de la plaza hay varias edificaciones de arquitectura republicana y con balcones de barandas muy bien conservadas.
Aquí en el ‘paraíso verde del norte antioqueño’ las casas son muy sencillas y muchas tienen techos de asbesto, lo cual afea un poco el paisaje. Como el clima es bien frío, las alcobas y salas de las casas son en general muy pequeñas.
En la parte de arriba del pueblo está el cementerio, y a medida que se sube al alto se tienen panorámicas muy bellas del caserío.
El bus que viene de Toledo pasa a las nueve. Pero a las 8:30 cruzó el parque un camión lechero, al que le pedí que me llevara hasta Llanos para coger allí buseta hasta Yarumal. El conductor aceptó de buena gana.
Mientras esperaba que el conductor del lechero, desayunara, pregunté por el destino de unos terneros recién nacidos que tenían dentro de un costal.
Me contaron cómo en esta zona lechera cuando nace un ternero macho, inmediatamente lo venden para elaborar chorizo de ternera, que está tan bien posicionado en el mercado.