Zapatoca (Santander), 2/2.
Jueves 31 de julio de 2014
En esta segunda entrega de mi relato sobre Zapatoca, me dedicaré a recorrer algunas calles para conocer el cementerio Lengerke, el Colegio de las Bethlemitas y el barrio San Vicentico.
Algo que merece capítulo aparte en la iglesia de San Joaquín, es el calendario, arriba de la torre derecha, en donde se exhibe la fecha y día de cada jornada. Muy claramente se lee hoy: jueves 31 julio.
Todos los días por la mañana, el campanero debe hacer el cambio de fecha en el calendario.
En ninguna otra parte había visto esto que, me parece de verdad muy práctico y novedoso. Algo así me impactó en Floridablanca, en donde arriba de la torre hay una veleta que señala los puntos cardinales.
A manera de segundo desayuno, pedí en RicoPan, una porción de queso y un pan de yuca. Es que necesito energías para caminar y soportar el placer y la admiración que me suscita este pueblo tan hermoso.
Creo que Zapatoca y la carretera para venir acá desde Girón, hacen parte de uno de los destinos imperdibles en Colombia.
Fotografío la capilla de Santa Bárbara, una iglesia pequeña y colonial que está cerrada la mayor parte del tiempo.
Otra cosa que me encanta de Zapatoca, es que muchas de las casas tienen sus fachadas decoradas con matas de flores coloridas.
Eso le da al pueblo un encanto y romanticismo, muy especiales.
Ahí cerca de Santa Bárbara tiene su peluquería Santiago Díez, un viejo querido de 86 años quien me atendió tan bien que hasta me tomó fotos sentado en su silla antigua.
Regresé a la plaza principal, y entré a la Alcaldía, de dos pisos, balcón corrido y techo de teja, ubicada al frente de la iglesia parroquial.
Alguien me cuenta que a los zapatocas los llaman ‘los paisas de Santander’, pues también son personas amables y acogedoras. Doy fe que así es.
Más adelante entré a conocer el Colegio de las Bethlemitas, una edificación grande, de tres pisos y con arcos de medio punto, muy agradable. Allí estudian jóvenes de uno y otro sexo que a esa hora estaban en recreo.
No obstante el coordinador de disciplina: Carlos Martín Angarita, me recibió muy bien, y con él anduve por todos los pisos del colegio, hasta cuando me presentó ante la Hermana Directora.
Carlos abrió para mí el Museo de los Objetos, con recuerdos que las hermanas de la comunidad, traían de otros países.
También visitamos el Museo Natural, con animales exóticos momificados y exhibidos como en un pesebre, con luces y demás.
A las diez de la mañana, el reloj de la iglesia dio las correspondientes campanadas, y sí, son timbres muy finos como corresponde a una ciudad tan señorial, como Zapatoca. Los bronces son de 1.809 y 1.823, los más antiguos.
De paso hacia el parque, observé cómo en la torre derecha del templo parroquial, se aprecian los huecos dejados por los rifles que dispararon conservadores o liberales, hace años, cuando se inició en Colombia la guerra fratricida.
También quise fotografiar las máquinas de pedal antiguas, para cortar madera que se exhiben en la oficina de Comultrasán. Qué artefactos tan bonitos, lástima que por ser una entidad bancaria, no me permitieron tomar fotos dentro.
La casa que sirve de sede, es también preciosa y conserva los techos con madera original, muy bien restaurada.
De todas maneras quería hacer un recorrido en moto, y no exigirle más a mis rodillas. Así que llamé a un moto-taxista, quien me hizo un tour de 35 minutos por los puntos más representativos de Zapatoca.
Primero estuvimos en la Capilla de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, en el barrio San Vicentico, arriba de la plaza.
Después, cómo no, visité la tumba de Geo von Lengerke, a un lado del cementerio, puesto que se trató de un ciudadano luterano, no católico.
El cementerio pequeño que hay allí, es bien bonito, con tumbas en piedras finamente talladas.
Pasamos luego por el colegio Tecnológico, bajamos por las calles cercanas al Salesiano y al fin regresamos a la plaza principal, para esperar la salida hacia Girón y Bucaramanga.
A manera de cena, comí en una de las chazas de la plaza, una papa mixta, rellena con pollo, papa y huevo. Muy rica y suficiente comida para el resto del día.
Saliendo de Zapatoca, pasamos cerca del obelisco que colocaron a la entrada de la urbanización Gachaneque, y una plaza de toros que hay por allí.
Y comenzando el descenso hacia el puente Gómez Ortiz, me queda claro que el mejor punto para observar el zigzag carreteable que baja y sube del río Sogamoso, es aquel donde hay una imagen de la virgen encerrada dentro de una llanta y una caseta con parqueadero.
En síntesis, estuvo genial la venida de un día a Zapatoca, muy bueno haber madrugado a la ‘La Batea’ para esperar el bus de seis de la mañana.
En otra oportunidad deberé visitar el Mirador y la Cueva del Nitro, que están como por el mismo sector, pero a varios kilómetros del casco urbano, no tantos como para que no se pueda ir en moto.
Y tampoco logré una buena fotografía del Renault 4 que hay sobre una roca, en el descenso, llegando al puente.
Me emocioné tanto al ver al ‘amigo fiel’ sobre la piedra, que hasta me dieron ganas de llorar… Para mí, un Renault 4 no pasa inadvertido.
La alcaldesa de Zapatoca hasta el 2019 es la señora Diana Gisela Prada Herrera.
En este bello municipio viven en total 9.000 zapatocas, 6.000 en el casco urbano y 3.000 en los campos.