Puerto Rico (Meta).
Del cruce al pueblo
Puerto Rico está equidistante de San José del Guaviare y Granada (Meta): 120 kilómetros a cada lado.
Llegué al cruce procedente de Puerto Concordia, en la silla delantera, entre conductor y auxiliar con todo el panorama a mi favor. Como si fuera poco, tuve a disposición los dos retrovisores, qué viaje tan agradable.
La Ruta 65 está formada por rectas y columpios bajos. El pavimento es perfecto así que la velocidad promedio es de cien kilómetros por hora.
Por este sector las ráfagas de viento son permanentes y arrasadoras, así que no es una vía fácil para los ciclistas.
Pastizales verdes, firmamento despejado con algunos girones de nubes blancas y garzas que navegan en grupo, por un aire de poca resistencia. Por las ventanas entra viento tan acuoso y fresco que humedece las narices.
Una empanada y torta de queso con el agua que cargo en la botella gaseosa tapa rosca y a esperar carro hacia Puerto Rico.
Apareció una camioneta doble cabina que no traía puesto adelante pero en el platón con carpa, me pude sentar lo más de cómodo con los pies estirados y mirando para el frente a través del parabrisas.
Son 18 kilómetros por carretera pavimentada que recorrimos en solo 15 minutos.
Espacios amplios
El parque de Puerto Rico tiene cómodas bancas en cemento y con espaldar metálico. Dos mesas de ping pong están a disposición de los pobladores en el centro de un espacio público, amplio y arborizado.
En uno de los costados del marco de la plaza se observa el Hospital y en el otro construyen la nueva sede para la Alcaldía.
La iglesia en el otro costado es sencilla por dentro y por fuera. La caja para las limosnas es lo más visible para el feligrés que ingresa al templo.
Algunas calles del casco urbano están pavimentadas otras dejan ver la tierra roja del sub-suelo de Puerto Rico, a orillas del Ariari.
El almuerzo fue con porción de cachama sudada en el restaurante de la esquina a la entrada a la plaza.
Lo mejor fueron los dos vasos con sorbete de guanábana a mil pesos que vende el señor en una carreta. Espesito, con poco dulce, delicioso.
El Puerto
La zona aledaña al puerto sobre el río Ariari es la más comercial: restaurantes, bares y agencias de abarrotes. Allí mercan los campesinos de las veredas o las fincas cercanas, que llegan al pueblo en canoa.
A falta de matrícula o nomenclatura, cada embarcación tiene un nombre. La Melkis, Isabela, El Talismán, La Pitufa, El Cimarrón. Les falta el color y la gracia de las barcas de otros puertos más ‘civilizados’.
Para pasar varias motos a la otra orilla, se unen dos canoas mediante una plataforma de madera, sobre la cual acomodan los vehículos y sus pasajeros.
Lo que me extraña de Puerto Rico es la escasez de frutas, ni siquiera mangos criollos de los tan ricos que abundan por estos días en Puerto Gaitán.
Un colonizador paisa
En seguida fui a entrevistar a ‘El Oso’: Ovidio de J. Muñoz, un señor de 77 años que tiene su casa-taller de motos, bien ubicada a dos cuadras de la plaza. Dicharachero y amable, estaba muy tranquilo sentado en su silla fumando el cigarrillo después del almuerzo.
Aunque Ovidio se crió en el barrio La Toma de Medellín, es uno de los fundadores de Puerto Rico, desde hace 50 años reside en el lugar. Admiro el orden y la perfecta disposición de las herramientas en la casa-taller.
Desde las víspera, la esposa de Ovidio cocina el maíz para las arepas de mañana. Es la única fábrica de acompañantes de maíz en Puerto Rico y ya tienen suficiente mercado.
‘A mí lo que me quite plata, no está conmigo. Una finca nunca está hecha, así que no necesito de más tierra que estos veinte metros donde vivo’, dice con razón mi amigo Ovidio.
No es su única proclama, en las paredes de la casa-taller, Ovidio coloca frases imperativas y adagios populares que hacen pensar a sus paisanos.
Calles amplias y decoradas.
Mientras camino por las calles solitarias admiro los frentes de las casas, muy limpios, engalanados con arreglos sencillos que provocan un suspiro.
Todo conmueve: jardines con plantas sembradas en ollas rotas y recipientes de segundo uso, troncos de leña bien puestos uno sobre otro formando una pirámide y arbustos en crecimiento en el separador de ambos carriles.
Lo más moderno en este pueblo es el bar San Germán con aviso de colores vistosos y aspecto citadino.
Antes de salir de Puerto Rico visito la ‘Laguna del Amor’ a la cual le dedicaré la siguiente publicación.
Viernes 12 de abril de 2019