Roncesvalles (Tolima).
Martes 10 de octubre de 2017
Roncesvalles es un municipio del centro-occidente del Tolima. A las 6:30 de la mañana arrancó de San Antonio de Cartama, el campero Waz con freno de aire y trompeta sonora que va para Roncesvalles.
Una carretera espléndida desde el principio. Se asciende al Alto, para luego transitar por un descenso suave pero sostenido. A veces predomina el bosque virgen y otras veces los pastos verdes, pero en todo caso, el paisaje es admirable.
Derrumbe y trasbordo.
Continuamos en descenso hasta cuando se vieron a lo lejos varios carros detenidos por un derrumbe. La quebrada arrastró una gran cantidad de barro gris con mucha humedad, semejante al cemento para tirar plancha de concreto. Apenas pueden pasar, y con dificultad, las motos de buen cilindraje.
Comenzó a lloviznar, pero fui de los primeros en estar al otro lado, no sea que se venga una avalancha mayor. Los zapatos, claro, quedaron embarrados, menos mal la humedad llegó apenas hasta el tobillo y no alcanzó a mojarme las piernas.
Tuve suerte que un joven que iba con su papá en una moto repotenciada, accedió a bajarme con ellos. Nunca me había tocado un viaje así, tipo sánduche entre dos personas, más el conductor y su papá que se comidió a llevar mi morral e ir atrás con solo dos de las cuatro letras sobre el sillín.
Como los diez minutos de recorrido fueron en descenso, el viaje no fue tan traumático, aunque siempre estuve nervioso pues el piso tiene mucha arenilla que es tan peligrosa para los vehículos de dos ruedas.
El joven conductor es muy hábil y las llantas de la moto están nuevas, así que pudimos llegar saludables al cruce de la vía que va a la derecha para Rovira e Ibagué y a la izquierda hacia Roncesvalles.
Mis amigos siguieron hacia su finca y yo esperé buseta para mi destino. De este cruce hasta Roncesvalles son solo 20 kilómetros, pero por carretera destapada y en subida, que se recorren en dos horas.
Anduve unos pasos para llegar hasta la casa grande y roja de la finca La Suiza de un señor de edad buen conversador, que me obsequió tinto con arepa.
Muy agradable la espera en la casa roja de La Suiza. Se ven muchos pájaros que madrugan a buscar alimento, más aquellos de los cuales solo se escucha su alegre canto.
Hidroeléctrica Cucuana.
Llegó la buseta de Velotax que me arrimó a Roncesvalles. A cinco kilómetros del cruce, en descenso, pasamos frente a la Hidroeléctrica del río Cucuana.
La particularidad de esta generadora es que no tiene embalse, sino que el agua se canaliza por tubos que bajan desde lo alto de la montaña casi de manera perpendicular y hacen mover las turbinas instaladas abajo.
No había visto antes un proyecto con estas características. Qué belleza de montañas, verdes y altivas.
Toda esta vía sigue siendo encantadora, hay suficientes casas con jardín en el frente y todo el paisaje es digno de ver. Pero eso sí, los precipicios son muy profundos y casi perpendiculares. Qué miedo. Sin embargo el piso de la carretera es firme como de roca, menos mal.
Palmas de Cera
El conductor de Velotax ha sido amable y ha hecho paradas en donde le he solicitado para fotografiar algo de interés. Como las palmas de cera que comienzan a verse desde antes de llegar a Ronces.
Se dice que acá hay más ejemplares del árbol nacional que en el mismo Salento. Y sí, se ven muchos miembros de esa especie, tan delgadas y altas.
En el mes de noviembre de cada año se celebran en Roncesvalles las Fiestas del Loro Orejiamarillo, el mismo que está en peligro de extinción, pues se alimenta y anida en el árbol nacional: las palmas de cera que abundan en la zona.
Día de verano.
A las diez de la mañana llegamos a Roncesvalles. Comencé a caminar desde la entrada, junto al Coliseo y la Iglesia parroquial simple y moderna, que no está en la plaza principal sino en las afueras del casco urbano.
El día está encantador, de sol abierto que ilumina casas coloridas. No hay como viajar en verano…
Por la tarde mi propósito fue esperar máximo una hora en las afueras del pueblo, transporte para Sevilla (Valle del Cauca), al otro lado de la cordillera. Si en ese lapso ningún carro me recoge, pues ya veremos, pero tengo la ilusión que sí y estoy seguro que quien busca, encuentra.
Mientras la espera fotografié niños que jugaban bolas tan concentrados en su pasatiempo que ni atención le pusieron a mi cámara. Infantes ‘desconectados’ y felices que casi no se ven en las ciudades.
También aproveché para mirar el Whats App y revisar correos. Esa ventaja tienen los celulares: lo distraen a uno y le permiten trabajar en los tiempos muertos.
Paso de la cordillera.
A la una de la tarde: Eureka, apareció una pareja en un carro Dacia doble cabina, que va para Sevilla y Armenia. Quedamos que por $30.000 y en cinco horas me llevarán hasta ese destino del Valle del Cauca. Ah, no, qué maravilla.
Mis anfitriones: Luis Fernando Tocarruncho y su esposa, son comerciantes que cada ocho días traen encargos y mercancía para Ronces: dulces, cacharros, pasabocas, etc., y al regreso llevan queso, que acá se produce de buena calidad, o cualquier otro producto que puedan vender en Armenia con suficiente margen de utilidad.
Entre Roncesvalles y Sevilla hay 100 kilómetros de distancia que se recorren en cinco horas porque la carretera no es pavimentada y toca ascender al páramo para descender en seguida a Sevilla.
Así que muy satisfecho me senté en la silla de atrás de la camioneta que, a pesar de sus años, funciona bien. Y poco a poco me di cuenta de la pericia y experiencia de Luis Fernando.
Acá habitan en total 6.000 roncesvallunos, 2.000 en el pueblo y 4.000 en las veredas.
El alcalde de hasta el 2019 es el señor José Manuel García.