Yolombó (Antioquia). Primera Parte.

Viernes 9 de noviembre de 2007:

Solo media hora duró el viaje de San Roque a Sofía en un bus marca Hino, de Coonorte. Tuve que hacer tiempo una hora en el puente sobre la quebrada La Esperanza, pues el Nissan 78 que estaba para salir debía esperar un cuarto pasajero que pagara los cinco mil pesos para que al chivero se le justificara el viaje hasta Yolombó. Para venir desde Medellín hasta Yolombó, se coge el bus en el Terminal del Norte y se viaja por la vía de Barbosa y Cisneros.

Fachada de la iglesia.
Iglesia de San Lorenzo de Yolombó.

Me entretuve viendo pasar carros, los que vienen de Puerto Berrío y los que pasan apurados desde Medellín. Como ahora se está utilizando el río Magdalena para traer carga de importación desde Barranquilla, el paso de mulas de 22 llantas se ha incrementado por esta troncal. Por acá también pasan los pasajeros y la carga procedente de Cúcuta y Bucaramanga, como también los carros cisterna que traen derivados del petróleo desde Barrancabermeja.

También atravesaron el puente y subieron luego por un camino empedrado varias recuas de mulas dulcemente cargadas, para una molienda de caña. En todos los casos un arriero les silbaba y las asustaba con el perrero para que atravesaran rápido el pavimento.

El anhelado cuarto pasajero no llegó y en cambio sí pasó una volqueta Ford 59 grande, cargada con 13 toneladas de arena de revoque escurriendo agua por detrás. Como iba para Yolombó le pedí a don Enrique, el conductor, que me llevara a mi destino a lo cual accedió con la advertencia que, se demoraría una hora en la subida, pues para economizar llantas y combustible él acostumbra subir muy despacio.

Hermosas montañas.
Paisajes bajando de San Roque.

Y sí, efectivamente nos demoramos una hora a pesar que la carretera, aunque destapada no tenía lodo porque los mismos conductores se han encargado de hacer el mantenimiento, que la administración de Yolombó no ha realizado. Pero yo feliz, mirándolo todo con detenimiento, observando la vegetación muy espesa y bella, las mariposas de matices cambiantes, los tallos de los árboles revestidos con helechos y hongos, unas hojas gigantes y algunas flores coloridas. El asiento quedaba bien alto del suelo por lo cual durante casi todo el recorrido pude observar en detalle, la carretera por la que acabé de bajar desde San Roque y esas montañas antioqueñas, altivas, verdes y hermosas.

Hasta el alto de la Virgen el ascenso es empinado y a partir de allí empieza un descenso de diez minutos hasta la tierra de la Marquesa. Como don Enrique no entraba a Yolombó, sino que seguía como hacia Medellín a dejar su carga en ‘el edificio’, entonces me bajé al llegar a la troncal del Nordeste, ahora en proceso de pavimentación y que sigue para Yalí y Vegachí. Anduve una cuadra a pié hasta cuando pasó un motociclista que atendió mi solicitud y llegué de parrillero hasta el Hospital San Rafael. Inmediatamente  pasó el colectivo urbano que por 500 pesos me acercó al parque principal.

Yolombó es un municipio campesino. De sus 20 mil habitantes, 14 mil viven en veredas y solo seis mil en el casco urbano. Tiene tres corregimientos, uno de ellos La Floresta, que alguna vez divisé yo, en lo alto de la montaña, cuando iba por la troncal del Nordeste, hacia Yalí. Desde esa vía se ve claramente la iglesia y algunas calles de La Floresta. Yolombó también es un pueblo panelero, hay muchos cultivos de caña de azúcar, aunque ahora se empieza a diversificar la economía más hacia el café y la ganadería. Se dice que los árboles de yolombos, que había antiguamente, fueron los que le dieron nombre a este pueblo del nordeste.

El bus da una vuelta por el barrio San Vicente y se pasa por un punto desde el cual se aprecia muy bien la iglesia de Yolombó, allá sobre la cuchilla, imponente y solemne. Le pedí al conductor que parara para tomar una foto a lo cual accedió con gusto. Para colmo de bellezas en ese momento un arco iris inmenso apoyaba una de sus puntas justo sobre la iglesia parroquial. Qué espectáculo tan bello este  atardecer de invierno y cuánta tranquilidad y paz  inspira el arco de los siete colores.

Como cuando llegué al parque ya iban a ser la cinco de la tarde, inmediatamente  me dirigí al Palacio Municipal con el ánimo de sacar copia de mi registro civil en la oficina de la Registraduría. Quien montaba guardia, metralleta en mano, en la portería de la Alcaldía, era nada menos que  el agente de turismo que conocí en Sonsón en el pasado Encuentro de Vigías de Patrimonio. Me sugirió que fuera a la Casa de la Cultura donde la Directora de Cultura del Municipio. Donde antes funcionaba una escuela, en Plaza Vieja, allí queda la Casa de la Cultura.  Es una edificación grande y cómoda y parece que tiene muchas actividades, a juzgar por la cantidad de personas que había a esa hora.

Luego aseguré mi dormida por $ 15.000 en el Hotel Riachuelos, en lo que llaman El Hoyo, a media cuadra de la plaza principal. Una habitación cómoda. A manera de comida pedí una sopita de patacón deliciosa y un claro con bocadillo. El sabor del claro es de lo mejor que he probado.

Sector La Y.
Barrio de Yolombó.

A las nueve de la noche me vine para la plaza a tomar café con pan.  Subí a varias de las discotecas y estaban vacías de gente aunque llenas de música. Ha lloviznado, me siento cansado y como con sueño, así que lo mejor será irme a dormir.

Sin embargo antes de ir al Hoyo, subí a la taberna La Terraza. Ahí sí había una gran concurrencia, música en vivo y un ambiente muy agradable. Pedí una cerveza y me puse a observar a la gente con la poca luz que había en el lugar. En esas una chica empezó a cantar con una voz hermosa. Tenía a su lado un portátil en el cual seleccionaba las pistas de las melodías. Qué maravilla la tecnología de hoy. Allí en su computador ella tenía toda una orquesta que le acompañaba de la mejor manera. El ambiente se puso aún mejor y todo mundo empezó a cantar con ella, las canciones más alegres y conocidas.

Dos, tres y hasta una quinta cerveza me tomé encantado de aquella noche deliciosa. En esas, nuestra artista cantó ‘Por las buenas soy muy buena’ una canción que hizo vibrar a todos los asistentes de la Taberna.

‘Aunque vengas de rodillas, y me llores y me pidas

Te dedico esta ranchera por ser el último adios’

El ambiente a media luz de esta taberna es propicio para alguien como yo que está solo en este bar en el que estar acompañado es la ley. Pero me siento muy bien. No me preocupa la falta de compañía sino que, por el contrario,  me siento muy bien conmigo mismo. En esas se me ocurre pensar que tanta facilidad tecnológica y tanto énfasis en la imagen haga que dentro de unos años la gente vuelva a las cosas un tanto difíciles como leer y entonces mi diario hasta llegue a tener algún valor para algunos. A propósito, yo creo que estos relatos que escribo, a corto plazo no tengan importancia, pero a partir de 10 o 15 años sí puedan ser interesantes. Por eso me esmero en escribir precios de las cosas, en ubicar los sitios por nomenclatura, etc.

Y es que me daría por muy bien servido, si algún nieto o bisnieto que herede mi capacidad de asombro y espíritu aventurero,  utiliza estas notas para rehacer mis pasos y utilizar el diario como bitácora. Algo así se hizo con el ‘Diario del Che’. Hace poco History Channel realizó varios programas con dos periodistas que viajaron por Suramérica siguiendo la misma Ruta del Ché Guevara y su acompañante.

Pero sobre todo escribo pensando en que estas crónicas me puedan acompañar en mi vejez cuando alguien me las lea una y mil veces, como son las cosas de los ancianos, y yo me reconcilie con el pasado y con mi vida, en una especie de ‘Confieso que he vivido’. Porque eso sí, sobre todo en los últimos años he disfrutado al máximo, todo lo que la vida me ha concedido, que ha sido bastante. Una vez más, gracias Dios mío!

GV
El autor, escribiendo.

Por otra parte se me ocurre que estos diarios mejor redactados podrían servir como motivación para tantos turistas que van a los pueblos, simplemente a sentarse en el parque a tomar cerveza. Si en algún café se les ofrece para leer el diario de ese pueblo, no faltará quien se interese en mirarlo y se anime a hacer recorridos similares a los que yo hago. De esa manera se estimularía el turismo ecológico y cultural y mis relatos serían útiles para alguien. Eso me gustaría: que lo que ahora escribo preste algún servicio más adelante. Muy bien hacer estas reflexiones en mi patria chica. Porque aunque me crié en Santafé de Antioquia, fue en Yolombó donde vine a este mundo.

En fin que la de hoy fue una noche deliciosa. La Chica del micrófono es de acá de Yolombó y lo que más me admiró es que muchas de las canciones que interpretó eran en inglés sí, ‘in english’ en un pueblo tan pobre y alejado de la capital como nuestra patria chica. Vea usted.  A las doce me fui a dormir, muy contento. La música siguió sonando y como a las cuatro de la mañana sentía yo desde mi habitación 307 a los jóvenes ya muy prendidos cantando por la calle. Pero cuando se tiene 58 años, a esa hora no hay como estar debajo las cobijas…

 

Germán Vallejo

En este Blog publico relatos de mis viajes por Colombia y Antioquia. Desde el 2004 he realizado viajes, casi siempre solo, con pocos recursos y en transporte público. Estoy convencido que en un día soleado todo se ve más bonito, por lo que prefiero viajarenverano. Bienvenidos.

1 comentario en «Yolombó (Antioquia). Primera Parte.»

  • el 30 octubre, 2016 a las 3:29 pm
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    Muchas gracias German por esta, me trajo muchos recuerdos de ese maravilloso pueblo, por lo que usted narra no ha cambiado mucho comparado a 1961 que fue mi ultima vez, yo tuve la fortuna de haber tenido familia alla y con ellas pase unos de mis mejores vacaciones en Antioquia.

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