Yolombó (Antioquia) Segunda Parte.

Sábado 10 de noviembre de 2007:

A las seis de la mañana, fiel a mi teoría que ‘no se puede dormir en dólares’, estaba yo andando las calles de Yolombó y probando un buñuelo con café donde quiera que había una freidora caliente. Primero estuve en la plaza en donde tomé algunas fotos. Una de las casas antiguas mejor conservadas es una de dos plantas donde funciona ahora el Restaurante y Residencias Buenos Aires. Las escalas en madera que suben al segundo piso están desgastadas por miles de pisadas en pareja, furtivas, trasnochadas o con la ilusión que despierta la pasión.

Interior Iglesia de Yolombó.
Bella mampostería y vitrales.

El templo parroquial de Yolombó es grande, muy grande. Para nosotros era motivo de orgullo contar en Santafé de Antioquia que la iglesia de nuestro pueblo tenía no tres, sino cinco naves. Y aún mejor, el altar es en mármol legítimo, no como esas ‘latas’ (de plata pura) que tiene el altar de la Catedral Basílica de Santafé.

Los vitrales de la iglesia yolombina, muy repetidos en las ermitas de otros pueblos, son bonitos. Me llamó la atención el mosaico del piso, ese sí inédito y poco común: unos cuadros pequeños en forma de damero blanco y gris oscuro ó, en solo mármol gris. El techo tiene unas vigas entrecruzadas y decorados en madera muy originales. Cada una de las cinco naves termina al fondo con un altar. En el exterior se ve la cúpula central rodeada de andamios por estos días, debido a una reparación.

De la iglesia me dirijo al cementerio por la calle 21 o Calle Zea.  Son las 6:30 y el sol se resiste a salir de su alcoba hecha de nubes blancas, por lo que aún no hay luz natural suficiente para obturar mi cámara. Doblo una de las curvas de la calle 21 y ahí aparece el obelisco del cementerio, allá al fondo, imponente y altivo. En las pocas fotos a blanco y negro que teníamos los Vallejo, ese era uno de los motivos que mostrábamos con orgullo a nuestros familiares en SFA. Es un obelisco alto y delgado, de más de 50 metros de alto, coronado por una cruz decorada con rosetas de hierro que, para nosotros en los años 50 era como un rascacielos.

Calle
Calle de mis primeros meses.

Paso luego por lo que fue el Hospital, convertido ahora en Casa Gerontológica. Después sigo las instrucciones de mi hermana, para pasar por la que fue ‘nuestra’ casa, cuando vivíamos en Yolombó. Es una de las dos casitas más descuidadas del sector, y ubicada sobre el brazo derecho de la ye formada por la calle Zea y la carretera que en aquellos tiempos salía para Yalí. Con algo de nostalgia detallo en un silencio reverente la casita en donde posiblemente nací yo o pasé mis primeros meses de vida.

Continúo por el costado oriental del cementerio hacia La Florida, un barrio en bajada que termina en donde se está pavimentando la troncal del Nordeste por donde ahora se puede viajar a Yalí, Vegachí y Remedios. Cerca de la nueva carretera hay una casa finca sobre un pequeño cerro con vista privilegiada sobre una amplia zona. Se llama ‘Loma Linda’ y sí que hace honor a ese nombre.

Regreso al Cementerio por la Plaza de Ferias. Solo hay allí un toro viejo que en silencio espera inocente el momento de sacrificar su vida para saciar el apetito carnívoro de los yolombinos. Fotografío una de las torres que a manera de garita adornan las esquinas del camposanto, de forma cuadrada y muy amplio. En todo el centro está lo que podría ser la capilla, adornada en sus esquinas con ángeles de tamaño natural. Tres de ellos piden silencio con los dedos puestos en los labios, en tanto que el cuarto ángel, ubicado en el punto más visible desde la entrada, toca una enorme trompeta y señala con el otro brazo el cielo, destino final de los cristianos.

Cementerio.
Ángel con trompeta en el Cementerio.

Fotografío también algunas tumbas vacías con su interior húmedo donde crecen algunos helechos. Otra tumba cerrada tiene adherido a la lápida un carrito, como que fue el juguete preferido del menor fallecido.

Salgo del camposanto para observar y fotografiar el Monumento a la Madre, otra de las bellezas del pueblo y motivo de orgullo en aquellos tiempos perdidos en mi memoria, pero frescos en el recuerdo de mis hermanas mayores.

Es una escultura en mármol de carrara preciosa, que representa a una madre dando limosna a un mendigo con su mano izquierda, porque en el brazo derecho sostiene cargado, ‘tipo balcón’, a un niño de unos diez meses de nacido. La moneda que entrega la madre es muy evidente a pesar que la sostienen tanto la donante como el indigente. Los pliegues del manto de la madre tienen una caída perfecta, haciendo borlas o formando largas curvas hasta el piso. Tanto el camisón entreabierto y sin botones del mendigo, como la balaca que sostiene su cabello largo, le dan a la imagen un toque muy natural. Mientras tanto el niño señala con sus manos el suelo como pidiendo libertad para andar solo y explorar con sus manos y boca, el mundo nuevo que se abre a sus pies.

Monumento a la Madre.
Homenaje a la Madre, Yolombó 1.931.

La mañana está preciosa. Saco las hojas de fotocopia de 75 gramos que utilizo tanto para escribir como para proteger mi rostro del sol, y apoyado en el muro de lo que sería el atrio del cementerio escribo estas líneas mientras contemplo extasiado la hermosa vista sobre el pueblo. La calle que arranca en el cementerio y llega hasta la iglesia principal se contornea caprichosa como serpiente huidiza. A propósito, alguien me decía ayer que, nuestro pueblo parece un alacrán. Y sí, Yolombó tiene muchas calles que al igual que patas de arácnido, bajan hasta las cañadas por senderos empedrados, curvos y estrechos. El obelisco del cementerio sería como el aguijón de muerte, erecto y amenazante, de ese insecto gigante cuya cabeza sería la iglesia de San Lorenzo.

Yolombó es un pueblo grande aunque bastante irregular. En sus alrededores hay mucho verde, bastantes árboles y potreros frescos por las lluvias recientes. Aunque hay algunos techos de zinc, la mayoría son de teja enmohecida con medias aguas inclinadas y cansadas de soportar el peso del tiempo.

El ancianato de ahora fue en los años 50 el hospital de Yolombó. Es una edificación con fachada de cemento, sin alero y con arco de medio punto sobre la entrada principal, típica de la arquitectura republicana de los años 40. Ahora solo viven allí siete ancianos, pero se espera que la próxima administración del nuevo alcalde hasta el 2015: Luis Octavio Arias Castaño, permita que muchos otros ancianos puedan beneficiarse de ese hogar especializado.

Me devuelvo por la calle Zea hasta el parque principal. Entrando por el hoyo encuentro a la izquierda la plazoleta deprimida sobre la cual Benjamín Gómez tenía su panadería. Recuerdo muy bien aquella vez cuando vine a visitar a mis primos y podía comer hasta la saciedad las ricuras recién horneadas de la panadería de mi tío político. Ese olor a parva fresca aún penetra por mi nariz.

En la parte de abajo de la plaza aún está el kiosco de la Sociedad de Mejoras Públicas. Seguramente lo han ido creciendo hasta como está hoy, cuando ocupa una cuarta parte de un parque principal pequeño y pobre en vegetación y ornato.

Obelisco.
Obelisco del Cementerio, al fondo.

Debajo del atrio de la iglesia está la cafetería ‘Coffee Shop’, donde venden arepas rellenas con carne molida muy ricas. En todos los corrillos del parque, los lugareños comentan con horror, cómo en este día 10 del mes de las ánimas habrá cinco entierros de otros tantos fallecidos ayer. Una de las más dolidas ha sido la muerte de un conductor de colectivo de escasos 35 años a quien, como me decía  ahora un yolombino, ‘le falló el ariete’, queriendo decir que había muerto de un paro cardíaco.

Por 500 pesos el pasaje abordo un colectivo de Cootransyol hacia el sur con destino al nuevo Hospital San Rafael. La buseta sale por la Calle 20 o Colombia, la mejor presentada del pueblo, de curvas suaves y sin nada de verde. En el número 20-509 está la Escuela Josefa Romero Jaramillo. Esta calle Colombia no tiene esquinas, sino que es una única arteria cuya nomenclatura llega hasta el número 20-729. No conocía antes una calle de tantos metros de larga.

Casa de Ancianos.
Antiguo Hospital, hoy Casa Tercera Edad..

El San Rafael es un hospital regional de segundo grado a donde son remitidos los casos complicados de los municipios de Amalfi, San Roque, Yalí y gran parte del nordeste antioqueño. En Yolombó no hay mototaxis. Este recurso de transporte es más común en pueblos de tierra caliente, en donde meterse dentro de la cabina de un carro es bastante complicado.

Más abajo del Hospital, en la salida para Medellín se encuentra la Unidad Deportiva la Vega, con piscina y cancha de fútbol con medidas reglamentarias. Como parte de la Unidad Deportiva está también el Coliseo Iván Vallejo Duque, como reconocimiento al alcalde que llevó el agua potable al municipio y que fue pariente mío. Y sobre la nueva troncal del Nordeste está el nuevo matadero regional.

Subí de la Vega muy cansado y me dije: seguramente alguien subirá en una moto y me arrimará hasta el paradero de los colectivos. Me equivoqué pues no subió moto alguna. Pero sí bajó una cuyo conductor iba de salida para Porce y muy formal accedió a devolverse para llevarme hasta el barrio El Retiro, por los lados del Cementerio. Una vez más di la vuelta por el barrio Buenos Aires y pasé por el colegio Eduardo Aguilar.

Ya logré lo que quería, entonces, qué me quedo haciendo en esta mi patria chica en donde esta tarde habrá cinco entierros. Además en el cielo hay nubarrones, y de pronto llueve por la tarde. Así que aseguré cupo para las 10:30 de la mañana en buseta rápida a Medellín por $ 13.000 para dos y cuarto horas de viaje, lo cual es muy barato.

A cinco minutos de salir de Yolombó pasamos por ‘El Edificio’, una construcción grande de color verde limón, bastante vistosa y hacia donde don Enrique llevaba el viaje de arena de pega el día de mi llegada. Según me contó mi amigo, ese predio lo compró alguien, a bajo precio, cuando por estas tierras había mucha presencia de grupos armados. Ahora le está construyendo piscina y cabañas para convertirlo en un centro recreacional.

La carretera está muy buena, de pavimento reciente, pero por las lluvias de los últimos días siempre nos detuvo un derrumbe grande del cual salimos cuando nos remolcó una máquina niveladora. ‘Este paso está más liso que nalga de novia bonita’, comentó alguien cuando la buseta se ladeaba y salió con dificultad en medio del barro mojado.

No me tocó un asiento con vista a través del parabrisas, pero  sentado en la tercera banca estiro mi cuello para no perder de vista la cinta de asfalto que me advierte de las curvas. De esta manera no hay incoherencia entre lo que llega a mi mente a través de los ojos y lo que mis oídos perciben cuando el carro voltea. Esta carretera tiene bastantes curvas, así que coloqué mi ropa sobre el asiento para sentarme en ella y mirar por encima del asiento delantero.

Calle principal.
Calle del pueblo.

Hasta La Portada, en donde están las partidas para Amalfi el carro se demoró solo media hora. Es un trayecto en descenso sobre el cual casi no hay ninguna casa campesina. De ahí en adelante sí existen muchas viviendas, sobre todo de los trabajadores de las represas Porce II y III. Luego están las partidas para Gómez Plata y a tres minutos de allí se llega al ‘Restaurante Punto Aparte’ al cual no entramos esta vez.

El viaje de regreso fue muy bueno, al  fin  logré hacerle el quite al mareo colocando erguido mi cuello y mirando siempre para el frente. Nos demoramos dos horas y media, y eso contando los 10 minutos que estuvimos detenidos en el derrumbe. No recordaba que las partidas para Santo Domingo quedan entre La Pradera y Barbosa. De Yolombó a La Pradera es una hora y de ahí a Medellín una hora y diez minutos, en estas busetas de 10 pasajeros tan rápidas y ágiles. El pasaje en este medio cuesta relativamente poco, si se compara con los mil pesos menos que vale en buseta grande en la cual se pagan 12 mil.

Ya en Barbosa decidí dormir un poco para despertar casi en Girardota. Luego abordé Metro para llegar muy contento a mi casita.

 

Germán Vallejo

En este Blog publico relatos de mis viajes por Colombia y Antioquia. Desde el 2004 he realizado viajes, casi siempre solo, con pocos recursos y en transporte público. Estoy convencido que en un día soleado todo se ve más bonito, por lo que prefiero viajarenverano. Bienvenidos.

1 comentario en «Yolombó (Antioquia) Segunda Parte.»

  • el 30 octubre, 2016 a las 3:11 pm
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    Muy agradable narracion, siendo muy joven tuve la oportunidad de pasar varias semanas en el pueblo y sus veredas, muchas gracias por esta.

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