Caloto (Cauca).
Miércoles 7 de octubre de 2015
Los carros para Caloto salen de Santander de Quilichao cada cuarto de hora, y el pasaje cuesta solamente $1.500, para diez minutos de viaje.
Santander está ubicado sobre la vía Panamericana, la que une a Ipiales con Turbo y, por el obstáculo del Tapón del Darién, no comunica todas las Américas.
Este pueblo caucano me sorprendió: nunca esperé encontrar una localidad tan agradable y con tanto carácter. El municipio de Caloto ha estado asociado con los grupos armados y por eso ahora cuando lo conozco, me impactó el contraste.
Caloto también podría llamarse ‘entre-ríos’, pues dos vertientes: el Grande y el Chico, riegan su suelo, por cada costado del pueblo. En ambas márgenes se ha construido un parque lineal, más agradable el del Grande que el del Chico, pues en este último las aguas no son muy limpias.
Encuentro casas con el marco de las puertas visible y hecho en ladrillo, una característica propia de la arquitectura regional.
Caloto fue fundado en el siglo XVI, y ahora luce agradable, tranquilo y limpio.
En el centro del parque principal se levanta el Templete: una especie de baldaquín con ángeles arriba y pintado ahora con los colores marianos. Es como el emblema que identifica a Caloto.
También vale la pena conocer la iglesia de la Niña María, una ermita de la época colonial, con pilares y alfardas en madera y una bella pila de agua bendita tallada en piedra.
El templo con una torre en ladrillo, no está frente al parque, sino de lado como atravesado, pero se ve hermoso, rodeado de palmeras.
La muy venerada Niña María, cuya fiesta se celebra cada 8 de septiembre, no tiene pinta de niña, sino de virgen adulta y antigua, con piel morena. Ocupa el centro del altar, en medio de sus padres: Ana y Joaquín.
Luego saludé a los pensionados del parque, muy amables y relajados. Qué vida tan dura…
Este Caloto me gusta. Es un pueblo sosegado y encantador. Me ha llamado la atención el aseo de las casas. Incluso las que tienen piso en tierra, lucen barridas y agradables.
Y algunas, como las construidas con muros de bahareque a la vista, exhiben hermosas plantas floridas, pegadas a la pared. Ahí sí cabe decir: ‘Pobres, pero honorables’.
En seguida anduve por Caucaquira, la sede de la Casa de la Cultura de Caloto. La Alcaldía, una edificación antigua de dos plantas, ocupa un gran espacio del marco de la plaza. En sus muros se lee: ‘Caloto: Ciudad Confederada’.
En 1.808 Napoleón Bonaparte invadió a España y nombró rey a su hermano José. Desde entonces hasta 1.814, los ibéricos se sublevaron contra Francia y esa situación la aprovecharon algunos criollos, liderados por el caleño Joaquin de Caycedo, quien organizó en la provincia de Popayán, el movimiento de las ‘Ciudades Confederadas’ entre las cuales estaba San Esteban de Caloto.
Anserma, Palmira, Buga, Cartago, Toro, Cali, Popayán, Almaguer e Iscuandé, también hicieron parte de la confederación, para reclamar de España el derecho a la autonomía.
A continuación contraté a un moto-taxista que por $6.000, me subió al mirador que está por la salida a la vereda Marañón.
No, qué paseo tan rico. Desde el mirador se observa muy bien todo el pueblo. Ventea rico acá, y con lo visto, ya tengo una idea clara de Caloto.
Mi amigo ubica la hacienda La Emperatriz que, por estos días, reclaman para sí algunos indígenas.
Otra finca importante e histórica es Japio, al otro lado del pueblo, en donde se llevó a cabo la primera liberación de esclavos de la región. Por acá cerca del mirador construyen un barrio, algunas familias desplazadas.
Bajamos de nuevo al pueblo por el parque lineal del río Chico. Se ven samanes increíbles, de ramas extendidas y gran abrigo.
También admiré el edificio antiguo, en donde funciona la Cárcel, y el puente también en ladrillo cocido, con arcos de medio punto.
No, me encantó Caloto, tiene mucho para admirar y es un pueblo del que no provoca salir. Pero toca.
Así que mi conductor me dejó a la salida del centro urbano, frente de la Base Militar en donde esperé buseta para Corinto.
Apenas salí en el transporte público, muy rápido pasamos por El Palo, un corregimiento de Caloto.
Tierra previlegiada de familas raisales , que su gran historiador Mariano Sendoya M. plasmó en su libro » Genealogia de Caloto » las familias tradicionales de pueblo, entre las que se encuentra la familia de mi padre y sus ancestros, la familia Silva. Fué mi abuelo, Florentino Silva Gomez, militar que peleó en los inicios de 1.900 en diferentes batallas en la defensa de los intereses nacionales. Menciona muchas familias que engendraron hijos que ocuparon altos cargos en la administracion de Caloto, ciudad Confederada.
En la guerra de los mil días, verdad. Saludos y gracias por tu aporte.