Concordia (Magdalena).
Jueves 23 de febrero de 2017
A mitad de camino entre Cartagena y Carmen de Bolívar está ‘Carreto’, el cruce donde sale la carretera que va hacia Calamar y Barranquilla.
Llegué a ‘Carreto’ en moto desde El Guamo (Bolívar). Al momento pasó un camión Hyundai pequeño que me llevó hasta ‘Fogón’, donde creía yo que se tomaba el Johnson para atravesar el río Magdalena.
Como casi siempre ocurre, el conductor me recogió porque necesitaba alguien con quien conversar. Viene de Sincelejo en un viaje que se inició en la madrugada desde Barranquilla, hacia donde va de regreso.
Muy buen carro, este pequeño camión. La carrocería es confortable y el parabrisas panorámico. Mientras viajo no dejo de agradecer a la vida tantas bondades conmigo. Estos paseos me fascinan, trato de concentrarme en cada instante tan feliz como son todos los que vivo ahora.
En ‘Fogón’ me despedí del anfitrión. Pero los lugareños a los que saludé me advirtieron que para ir a Concordia, este no era el punto, que debía devolverme hasta Suan desde donde sí salen rutas de barcas con pasajeros, directo a Concordia.
En el Puerto de Suan, me esperaba el Johnson para atravesar el río Magdalena y llegar a Cerro San Antonio (Magdalena).
Al llegar al otro lado del río, nos recibe un enjambre de moto-taxistas ofreciendo sus servicios para ir a distintos puntos.
Contraté a un joven que en un viaje encantador de 45 minutos, me llevó en su moto hasta Concordia, municipio ubicado en el nor-occidente del departamento del Magdalena.
Hicimos varias paradas para fotografiar paisanos que regresaban en bestia desde sus trabajos, o a un señor a lomo de su burro que casi se perdía en medio del forraje, amarrado en dos líos.
Recordé el chiste aquel del paisano que ante la pregunta de qué cargaba en el burro, responde:
‘Chicle pa’ la pelá’.
Muy amable el campesino; le pregunté por el nombre del equino pero, según él, a los burros no se les pone nombre, eso es a las bestias.
Es admirable la simpatía de los campesinos que a esta hora regresan de sus parcelas. Quisiera uno que en las ciudades la gente saludara con una sonrisa tan sincera y expresiva.
Algunos labriegos cargan hierba para alimentar los caballos, en sacos formados con redes de cabuya. Qué belleza de empaques.
El moto- taxista me dejó en la ferretería que también tiene hospedaje, como a siete cuadras del parque central de Concordia.
En este pueblo sus habitantes viven de la agricultura, la pesca y la ganadería.
Concordia tiene además una gran riqueza cultural que se manifiesta cada 15 de Mayo con cantos y danzas como el ‘Baile del Pajarito’. En esa fecha se celebran las Fiestas de San Isidro Labrador, patrono de los concordianos.
En la Biblioteca municipal, una señora me sugirió conocer también Rosario del Chengue, el corregimiento que es como un barrio separado de Concordia. Ella misma me llevó en su moto.
A la salida de la cabecera municipal pasamos por el cementerio donde fotografié las tumbas más visibles.
Y ya en la casa de mi amiga encontré gansos, cerdos, patos y un gallo cocotero ese sí muy bien presentado.
Fuimos a conocer la pequeña plaza con una capilla decente y luego unas chicas pre-adolescentes se pusieron las polleras para que yo las retratara bailando cumbia. Hace poco tuvieron una bella presentación en un evento del corregimiento.
Por último llegamos hasta la laguna con un paisaje idílico. El atardecer era fresco y ventilado.
Un joven terminaba de bañar el caballo mientras las garzas volaban a baja altura sobre el espejo de agua.
Regreso a Concordia antes de las seis de la tarde cuando todavía estaban en sus puestos los empleados de la alcaldía, que recibieron gustosos la tarjeta del blog.
En la plaza unos chicos recibían instrucciones del profesor de danzas, pues mañana de nuevo deberán acudir al ensayo, en la plazoleta junto a la iglesia.
Por último contemplé el atardecer con el sol ocultándose sobre el horizonte. La cúpula del templo en honor de San Isidro, dibuja una silueta de encanto.
Al día siguiente disfruté casi una hora de uno de los viajes más hermosos de mi vida: por entre un caño de aguas limpias, con plantas acuáticas de hojas flotantes y más adelante el río Magdalena para desembarcar de nuevo en el Puerto del municipio de Suan (Atlántico).
Muchos pájaros revolotean en busca del primer bocado del día. Los pescadores nos cruzan en las barcas incipientes sacadas a un tronco. El sol fuerte que apenas se levanta ilumina todo desde atrás. Una colección de sonidos alegra los oídos. El gallo que canta, un mirlo que silba, una garza que grazna y un pájaro que trina.
En una orilla se ve un ave mediana que con su pico largo y curvo acaba de sacar un pez aún con vida. Lo exhibe como un trofeo ante nosotros.
En la proa el ayudante del motorista lleva un palo terminado en horqueta con el cual arrastra hacia los lados las plantas acuáticas. El peligro es que se enreden en la hélice del motor.
Este sí que es un paisaje de naturaleza silvestre. Ya sé que los viajes en canoa por estas lagunas bolivarenses son increíbles. Prometo repetir.
El alcalde de Concordia hasta el 2019 es el señor Pedro Ospino Castro.
En este municipio viven en total diez mil concordianos, cuatro mil en el pueblo y seis mil en las veredas.