Falan (Tolima).

Sábado 18 de octubre de 2014

El verdadero nombre de este pueblo del departamento del Tolima es: Reales Minas de Santa Ana. Y ese nombre le queda bien a un pueblo tranquilo y acogedor, como es Falan.

Varias personas que he consultado me dicen lo mismo: que Falan a pesar de ser más viejo que Palocabildo, no tiene tanto movimiento comercial, es mucho más sosegado, un vividero ideal para ancianos o familias con hijos pequeños.

En Palocabildo me subo a una buseta Nissan que me llevará hasta Falan, el municipio vecino.

Falan es de clima más caliente que Palocabildo, así que vamos en descenso, por una carretera pavimentada. Atrás quedaron en mi correría, las vías destapadas y con bosque virgen al lado.

Converso con el conductor, acerca de los productos de la zona. ‘Esto por aquí produce mucha comida’, dice, y a continuación me explica las diferentes clases de plátano que se cultivan en Falan.

Ahora pasamos por un sembrado de matas de color amarillo. Mi amigo me explica que corresponden a la especie llamada Plátano Africano, que es menos dulce que el tradicional. Porque existen muchas

variedades: Hartón, dominico, el llamado ‘colemula’ y éste africano.

Lo que abunda por acá son fincas, pastizales y de pronto uno que otro guadual.  Al fondo se observa ya, el terreno plano por donde transcurre la carretera troncal, que une a Bogotá con Neiva.

A solicitud mía, el conductor se detuvo en el sitio conocido como ‘El Mirador’, un kilómetro antes de mi destino, y en la parte alta del casco urbano.

Desde allí tomé fotos panorámicas preciosas del templo y el paisaje  que rodea al pueblo. A esta hora de la tarde se ve hermosa la iglesia con su torre alta y decorada.

Ya en las calles de Falan, pasamos por la plazuela, un pequeño parque y la Casa de la Cultura, en un sitio alto, estratégico y con hermosa vista.

Tuve la suerte que el motociclista que me subió hasta la entrada, es una persona relacionada con turismo y dueño del Estadero El Mirador, desde donde tomé las fotos panorámicas.

La Alcaldía está ubicada en una casa de dos plantas, media cuadra debajo de la plaza principal.

Luego por $2.000, un joven me anduvo en su moto-ratona por algunas calles aledañas, el cementerio y un barrio alto.

En la plaza, fotografié la iglesia que, no es gran cosa por dentro. Un bella residencia con cuatro palmas al frente, cautivó mi atención y felicité a quien sembró esas bellezas.

Cuando regresamos al centro, me quedé atónito ante el trío de gallos, que un hombre llevaba sobre una carreta.

Pero no se trata de aves cualquiera, son tres ejemplares preciosos, de plumas largas y coloridas, que el lugareño ha puesto en rifa, a dos mil pesos la boleta. A cualquiera le llaman la atención.