Viterbo (Caldas).
Miércoles 16 de abril de 2008:
Hoy voy a conocer a Viterbo, pueblo frente al cual pasé muchas veces pero, no recuerdo haber entrado nunca. Su nombre lo tomó de la ciudad italiana en donde nació monseñor Ragonesse, un obispo europeo a quien el fundador, el padre Nazario Restrepo Botero debía favores.
Viterbo tiene en total 13.000 habitantes, de los cuales 10.500 viven en el pueblo y 2.500 en el campo. O sea que tiene pocas veredas o mínima extensión campesina. En el 2011 Viterbo cumplió cien años.
En buseta fui hasta el Terminal de Transportes de Anserma, en donde pasé la noche. Mientras salía carro para el sur desayuné muy rico huevos con ogao y arepa. En una buseta de Occidental salí pagando $ 4.000 para llegar hasta Asia, las partidas para Viterbo, pues esta ruta no entra al pueblo.
Al principio el paisaje es cafetero. Sobre la montaña se ven muy blancas las casitas saltonas que anoche, cuando bajaba de Risaralda, se apreciaban como estrellas sobre un firmamento oscuro. Casi todas son viviendas muy pequeñas. De vez en cuando se distingue una grande con corredores alrededor y la arquitectura típica de la cultura cafetera.
También se aprecia en la pradera del occidente, el río Risaralda, el único río colombiano cuyo cause corre de norte a sur, en dirección opuesta al del Río Cauca, la vertiente en la cual deposita sus aguas.
Respecto al origen de su nombre hay dos versiones: una que habla de la corriente rizada que las piedras blancas y negras producen en el río, y otra que se refiere a don Emilio Risaralda, un español que descubrió el río.
A medida que descendemos el café es sustituido por cultivos de caña de azúcar y el paisaje típico paisa se torna valluno: calor intenso y carretera impecable de pocas curvas.
Me bajo en Asia, lo que antes fue una gran hacienda. Un campero con su conductor solitario espera cinco pasajeros para entrarlos al pueblo, a mil pesos el cupo.
El túnel de los samanes de tres kilómetros de longitud, que va desde la troncal hasta el pueblo es algo muy bello, uno de los principales atractivos de Viterbo. Hileras dobles de árboles frondosos y altos, brindan sombra y frescura en esta tierra de temperatura cálida, deliciosa.
El samán para los indígenas era ‘el árbol de la lluvia’, porque cuando el cielo oscurece y se forman densos nubarrones, el samán cierra sus hojas. Cada año se celebran acá las Fiestas de los Samanes y el Turismo.
Me cuentan que Jesús Antonio Flórez García apellidado ‘Chiú’, fue quien en 1.941 tuvo la feliz idea de convocar a los estudiantes para celebrar el Día del Árbol sembrando esos samanes. Como en otros pueblos, los alumnos plantaron los árboles de la entrada a Viterbo, mientras entonaban el Himno al Árbol que dice:
‘Plantemos nuevos árboles, la tierra nos convida
Plantando cantaremos los himnos de la vida
Los cántigos que entonan las ramas y los nidos
Los himnos escondidos del alma universal.
Sembrar es dar la vida a un generoso amigo
Que nos defiende el aire, que nos ofrece abrigo
Plantemos para darle palabras y armonía
Latidos y alegría sonrisas y calor’.
Como no será fácil que a esta hora aparezcan cuatro pasajeros más, empiezo a caminar y le pongo la mano a cuanto carro pasa con destino al pueblo: una moto, un automóvil hasta que, el tercero, el conductor de un Land Rover cargado con cisco, se decide a ayudarme. Muy formales sus ocupantes me dejan a solo dos cuadras de la plaza principal de Viterbo.
El día está hermoso, de cielo abierto y aire caliente. Tanto que cerca a la plaza se aprovecha el sol sobre el pavimento, para poner a secar café. Este es un pueblo plano y grande, con calles amplias pero al parecer tiene poco movimiento comercial, pero sí muchos atractivos naturales para el turista.
En el centro del parque hay mesas y sillas plásticas en las cuales algunos ancianos juegan cartas y dominó.
La plaza principal es inmensa y de ella el parque ocupa un 75% de su extensión. Tiene algunos árboles y en uno de los costados se erige el monumento: ‘Forjadores de la Cultura’ en el cual aparece una escultura con el rostro del Fundador, el Padre Nazareno Restrepo Botero y el de un pro-hombre del municipio: Félix González, quien donó los terrenos para construir el colegio Nazareno.
La iglesia principal, de una sola torre, es bastante sencilla y reciente, con columnas cuadradas y una nave central muy amplia, gracias a que el techo está sostenido por una estructura metálica, menos mal, cubierta con cielo raso.
El templo tiene en el piso una baldosa de diseño muy original, y en el presbiterio el altar de la Inmaculada Concepción que parece como si le quedara pequeño a la nave central. A un lado, la imagen del Resucitado espera el día de Pentecostés para ser guardada hasta la próxima semana santa.
La panadería ‘Ricuras de Viterbo’, en la mejor esquina de la plaza, es la de mayor movimiento. Allí me siento a escribir estas líneas mientras disfruto de un café con pandequeso de $ 300. Las dos niñas que atienden parece que tienen los mismos progenitores a juzgar por el parecido de sus narices respingadas.
De lejos, el plano de Viterbo es precioso, sus calles fueron trazadas en perfecta cuadrícula, rodeada de praderas verdes. Cada calle tiene como 10 metros de ancho, pero muchas de ellas carecen de árboles para mitigar el sol. La avenida novena y la carrera octava, que tienen separador, son las únicas vías arborizadas que veo en el centro.
En la Biblioteca de Viterbo, ubicada a media cuadra del parque, estuve mirando una monografía del municipio. Allí me recomendaron que fuera a conocer Cameloc, una casa muy especial que de verdad vale la pena conocer.
Y no solo la casa, sino a su promotor el señor Nelson López Díaz, quien tuvo la idea y ha creado ladrillo a ladrillo, este Centro Artístico y Cultural. Nelson es un enamorado de su pueblo que se ha dedicado a imprimir, en los adobes de su casa, la historia del municipio.
Pero además, Cámeloc es ‘el cielo de la Música’. Su fundador tiene una colección de más de tres mil discos de larga duración y es amante de las melodías líricas. Allí se han dado varios conciertos y dentro de la casa, Nelson López guarda fotografías de las edificaciones patrimoniales que se conservan en Viterbo y también el antes y después de las casas antiguas que el progreso ha derrumbado.
Precisamente mientras yo conversaba con Nelson, en la cuadra siguiente un obrero destruía, a punta de hacha, una hermosa pared de bahareque.
Me contaron que el nombre inicial de la Casa iba a ser el de Cámelot, el bastión del Rey Arturo y sus Caballeros de la mesa redonda. Sin embargo por un error tipográfico el Centro Cultural terminó llamándose Cámeloc: Cantos y Melodías Celestiales. Y es que Cámeloc se creó en 1.989 ‘para que la música tenga un cielo en la tierra’.
La casa Cámeloc ubicada en la carrera 7 con calle 10, a una cuadra de la iglesia principal, es un libro abierto sobre la historia de Viterbo. En sus muros está inscrito no solo el nombre de los fundadores y personajes ilustres de la localidad, sino un poema que Jorge Robledo Ortiz, le escribió a Viterbo y cuyas estrofas iniciales dicen:
‘Donde empieza a subir la cordillera en busca de la historia y de su Dios,
enarbola Viterbo su bandera, y envuelve en su bandera el corazón.
En Viterbo la luz se desespera, por ser espuela de superación
por aquí el viento pasa de mulera, y el futuro se vuelve tradición.
En Viterbo se promueve el turismo de naturaleza. Este municipio tiene los tres pisos térmicos, por lo que dispone de cerros para el avistamiento de aves y el lanzamiento de parapentistas. Cerca del casco urbano, el Cerro de San Carlos ofrece una vista inmejorable sobre el amplio Valle del Río Cauca.
En la zona de planicie, se construyen eco-hoteles y condominios, como también zonas de esparcimiento y diversión.
La moderna pista de patinaje, construida a un lado del pueblo, junto a la cancha mixta y la pista de bici-cros, aseguran para el futuro, muchos campeones viterbeños.
Al medio día doy por terminado mi periplo por Viterbo y abordo una buseta con destino El Crucero, un encuentro de caminos desde donde deberé coger otro transporte para Belalcázar, un municipio caldense que quiero conocer.
Al principio la buseta lleva solo dos pasajeros. A partir de la troncal empieza el ascenso hasta Morro Azul en donde se suben al carro algunos profesores que laboran en la escuela de la vereda. Hace un día hermoso, de sol radiante ideal para viajarenverano.
Definitivamente el mejor destino para ir a pasear es: verano. El paisaje de montaña y valle se ve precioso. Hay mucha vegetación silvestre arriba y, acá abajo, se aprecian los cañadulzales y los potreros donde pasta el ganado. Ya están terminando de pavimentar la carretera hasta El Crucero, pues desde allí hasta San José y Belalcázar está asfaltada.
El Crucero sí que hace honor a su nombre. Son cuatro vías que convergen en un solo punto. Una que viene de Viterbo, la otra que va para Belalcázar, una más que viene de Arauca y Manizales y la cuarta que sale para San José. Se forma así una equis perfecta que en pocas partes yo había observado.
Me dicen que a la 1:20 debe pasar un campero para Belalcázar. Entonces aprovecho el tiempo para hacer el diario sentado en el corredor de la tienda.
Luego converso con un funcionario del Sena quien llegó de Belalcázar, en donde promocionaba los cursos para estudiantes de 10 y 11 a fin de que, al terminar el bachillerato, los alumnos tengan algunos conocimientos de ganadería, agroindustria, agricultura orgánica y emprendimiento y, si no pasan a la universidad, al menos puedan desempeñar un trabajo rentable. Excelente labor la que realiza el SENA.
Buenas tardes,
Me ha gustado mucho todas las indicaciones y sitios que se puede visitar en este pueblo… y la casa Cameloc me pasere a visitarlo
Muchas gracias
Sí, vale la pena conocer Viterbo, saludos.